Rascando el fondo de la historia para desterrar el “Feliz día”
08 de marzo de 2021
Primer entrega de Ovario Parlante, “Historias pequeñas, de mujeres gigantes”
Por Belen Acuña*
“Si la historia la escriben los que ganan
Eso quiere decir que hay otra historia
La verdadera historia
Quien quiera oír que oiga.”
Litto Nebbia
En vísperas de otro 8 de marzo, abro las redes y la puerta de mi casa esperando encontrarme con mensajes de lucha, con abrazos de solidaridad y vientos de transformación; pero lamentablemente sigue abundando el tedioso, odioso, engañoso y necesariamente violento “Feliz Día”. Todos los años, cuando llega el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, me pregunto por qué nadie dice el nombre completo de la fecha y simplemente, medios de comunicación, escuelas, actos gubernamentales y entidades en general hablan del “Día de la Mujer”; pienso entonces que ese tramo de nombre que nos han cortado, ese afán por ocultar que también somos trabajadoras, y que el origen del nombre no se encuentra en una tarjeta con brillantina o un ramo de flores, sino en una masacre contra mujeres trabajadoras que protestaban por sus derechos y terminaron prendidas fuego dentro de la fábrica donde cumplían tareas, en una suerte de femicidio masivo; esa falta de historicidad y realidad en la fecha, hace que lamentablemente como sociedad sigamos festejando el día que evidencia internacionalmente las desigualdades y violencias de género cotidianas.
Claro está, que el problema no son las personas que con buenas intenciones y una cuota necesaria de ingenuidad se acercan a una mujer para desearle “Feliz día”, porque todas y todos en algún momento lo hemos hecho y no hay que olvidarse que nadie nace sabiendo nada, sino que el conocimiento se construye, se impone y se deconstruye a lo largo de las vidas. El grandísimo problema se encuentra entonces en quienes a sabiendas de la gravísima situación histórica en la que nos encontramos las mujeres, deciden adrede cortar el nombre de la fecha y con ello su historia.
¿Cuántas páginas de la historia nos han cortado, tachado, borrado? ¿En cuántas páginas de la historia que se cuenta aparecemos las mujeres y las disidencias? ¿Acaso todos los próceres eran hombres? ¿No hubo “Madres” de la Patria? ¿Realmente en cada uno de los hitos de la cronología argentina las mujeres nos ausentamos porque estábamos lavando la ropa, maquillándonos o cambiando pañales?
Lo cierto es que los destinos de nuestra Nación, y de todas las naciones en general, se determinaron y se determinan, no solamente por los hombres, sino también por las mujeres y disidencias. Pero para que la desigualdad de género perdure y pase de generación en generación, es preciso un marco teórico y una historia que avale la violencia actual. La violencia simbólica de no nombrar a las mujeres como partícipes y protagonistas de la historia, es una forma de dejar asentado que nuestro lugar no está en el terreno de lo público, sino que nuestro propósito es relegarnos al silencio y al ámbito privado de la casa.
Con el correr de las crisis económicas, muchas fueron las veces vi mujeres al frente de ollas populares y comedores. Generalmente son ellas las que están al frente de esas tareas, no porque sepan cocinar mejor por un instinto “maternal” o alguna falsa característica biológica que muchas veces se inventa con el fin de acorralarnos en las cocinas y no dejarnos salir a expresar nuestros sueños, luchas y broncas a las calles; sino por el simple y terrible hecho de que siempre la crisis nos pega primero a nosotras.
Porque por la misma o mayor cantidad de trabajo percibimos entre el 25 y el 35% menos de ingresos; el 98% de las tareas de cuidado y del hogar son cargadas sobre nuestros hombros, lo que obstaculiza la educación, la búsqueda de trabajo en general y en particular trabajos con mejores condiciones laborales; porque a pesar de que en el total de graduaciones universitarias, las mujeres seamos un 5% que los hombres, en el mercado laboral participamos en un 49% mientras que los hombres un 71% a pesar de muchas veces estar más calificadas para el puesto; porque en las cifras relevadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) el año pasado las mujeres jóvenes alcanzamos 22 puntos de desempleo mientras que los varones no pasaron del 17. Por estas y por muchas otras razones es que las mujeres sienten peor y más rápidamente las crisis, y por tanto más rápidamente se organizan para intentar sobrevivir a pesar del recrudecimiento de las desigualdades cotidianas.
En esa constante histórica de mujeres revolviendo ollas, cuando son millones los estómagos vacíos, muchas son las que hemos aprendido a dividir la comida para que alcance para todas y todos por igual, ese arte, terrible y lamentable, popularmente se denomina como “rascar la olla”. Con tantas mujeres olvidadas en el fondo de la historia, con tantas proezas arrancadas de las paginas argentinas, con tanta gente creyendo que los 8 de marzo amerita decir “Feliz día” aunque en nuestro país asesinen a una mujer cada 23 horas; quizá sea hora de empezar a aplicar el arte de rascar la olla en la historia; para que a cucharazos limpios salvemos del olvido a millones de mujeres invisibilizadas, para de a poco contar la historia completa y servírsela a todos y todas por igual en las escuelas, para revolver el caldo de cultivo de los nuevos tiempos donde el 8 de marzo se recuerde como un día de lucha de las mujeres trabajadoras y todos los días comiencen a ser felices porque a la desigualdad, al “Feliz Día” y a quienes cortan a las mujeres de la historia, los comimos entre dos panes.
Con el objetivo de seguir rascando la olla hasta lograr que toda la ciudadanía tenga la panza llena y la historia completa, desde InfoNativa, en el mes de las luchas por la Memoria, la Verdad, la Justicia y la igualdad de género, inauguramos “Ovario Parlante” un podcast que cuenta “pequeñas historias de mujeres gigantes”.
En este primer capítulo traemos del fondo de las décadas del 60’ y el 70’ a Alicia Eguren, una filósofa, docente, poeta, periodista, guerrillera y militante peronista revolucionaria desaparecida en la última dictadura cívico militar argentina, que fue perseguida toda su vida… quizá, porque siempre estuvo un paso adelante.