La mirada de la Muerte
06 de marzo de 2018
Una nota sobre la fotografía más impactante del genocida Luciano Benjamín Menéndez
Por Gonzalo Magliano*
Se murió la Muerte y su rostro inundó las redes sociales y los medios de comunicación. La historia sangrienta de Luciano Benjamín Menéndez fue reconstruida a través de muchas imágenes que ya son parte de la iconografía de los últimos 40 años de la Argentina.
Hubo una fotografía que impactó especialmente y rápidamente fue convirtiéndose en una de las más simbólicas. A pesar de la calma con que nos ve, aquellos ojos infunden un miedo penetrante. Atilio Orellana, su autor, nos cuenta la historia detrás de una imagen que quedará en la memoria colectiva.
“Es la mirada de un tipo al que no le entran las balas. Hagas lo que hagas y le digas lo que le digas no va a dejar de sentirse totalmente superior a vos”, nos cuenta Orellana. Nacido en Tucumán en 1982, se dedica al fotoperiodismo desde el 2005. El retrato de Menéndez lo realizó en 2010 durante el juicio por los crímenes cometidos en la ex Jefatura de Policía de Tucuman. Era el segundo que enfrentaba el genocida que durante la última dictadura cívico militar fue el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército y tuvo bajo su mando diez provincias. Por aquella causa fue condenado a perpetua por los delitos de secuestro, tortura y asesinato contra veinte personas. A los 90 años, falleció con catorce condenas a perpetua y dos a una veintena de años. Nunca se arrepintió de sus crímenes.
Aquel día era una audiencia tranquila, sin mucho movimiento. Menéndez no se encontraba en la sala del juicio, sino en una oficina ubicada en el primer piso donde seguía el juicio a través de un pequeño televisor. Para cubrir la audiencia apenas se encontraban Atilio Orellana y un colega. No dudaron, pidieron permiso para entrar a la oficina y retratar de cerca al genocida. La persona responsable dudó un momento. En general, sólo dejaban fotografiar desde la puerta. Esa vez hicieron una excepción y les dijeron que sí. Entonces Orellana se acordó de una exhibición de retratos realizados a ex militares europeos que recorrió un tiempo atrás. Él quería hacer la misma foto a Menéndez para que se conociera su cara. Quería que mucha gente supiera quien fue la persona responsable de tantos miles de asesinatos y desapariciones.
Orellana sabía que tenía pocos segundos. Cuando entró, los nervios lo dominaban. No era para menos. Se encontraba cara a cara con Menéndez, también conocido como “el Cachorro”, “el Chacal” o “la Hiena”, el militar que acusaba a Videla de blando. El ex general se mostraba muy tranquilo, sentado detrás de un escritorio, mirando unos papeles. No parecía importarle la presencia de un fotógrafo. Orellana sacó rápido unas fotos para mandar a los medios. Cumplida la tarea, cambió velozmente el lente por uno que necesitaba para lograr aquel retrato. Era su única oportunidad. Menéndez seguía leyendo. Entonces le habló por primera y última vez. Con voz de cagazo le pidió “¿puede mirar hacia acá?”. Cuando el viejo general levantó la mirada, Orellana tiró tres fotos. Luego se fue.
“Es la cara de un hijo de puta, de malo, no sé, como que está la cara muerta, no dice nada, y al mismo tiempo dice un montón de cosas”, explica Orellana. El gesto duro de unos labios cerrados expresa el rencor contra una justicia que no entendía. Él repetía una y otra vez que había peleado en una guerra contra el "terrorismo marxista" y, por lo tanto, no era culpable de ningún delito. Incluso, durante el juicio por los crímenes en la ex Jefatura de Policía de Tucuman (2010-11), llegó a afirmar : “la guerra continúa, de otro modo, con los guerrilleros en el poder”.
La fotografía es parte de un trabajo más amplio de donde Orellana registró aquel juicio. Por él recibió en 2011 el 2º premio en la categoría “Noticias Ensayo” y por la foto de Menéndez el 3º en la categoría “Retratos” del concurso Pictures of the Year (POY) Latinoamérica. A pesar de estos logros, recién el 28 de febrero pasado el retrato fue mundialmente conocido. No es para menos, aquella mirada resumió el horror de sus crímenes y los secretos que se llevó a su tumba. Eso sí, su rostro quedará asociado a la muerte y no a la gloria militar de una guerra que nunca existió.
*Lic. en Comunicación Social - UBA