El fondo detrás de las formas
27 de septiembre de 2017
Por Augusto Taglioni*
La pelea entre Donald Trump y Kim Jong-un ha logrado un lugar preponderante en la agenda de los medios de comunicación. La posibilidad de un ataque nuclear combinado con la brutalidad de las declaraciones del presidente de Estados Unidos y el hermetismo reinante en torno al régimen norcoreano, constituyen un combo informativo del que todos opinan pero nadie profundiza.
Por eso, este análisis intentará ir más allá de lo que la construcción mediática instaló como sentido de esta disputa y que configuró la idea de que son dos locos que se pelean simplemente por malicia. Nada de eso, la faceta caricaturesca a la que se incurre cuando se analiza los personajes nos impide ver el contexto.
Gendarme del mundo
Cuando Donald Trump habla de la destrucción total de Corea del Norte, no está apelando a una simple bravuconada, sino que responde a una estrategia geopolítica basada en la vuelta de la lógica de “gendarme del mundo” aplicada por las administraciones republicanas de Ronald Reagan y los Bush, por citar algunos.
Estados Unidos volvió a la lógica unilateral propia de los neoconservadores, sostenido por un Complejo Militar Industrial que construye su legitimidad sobre la base de los conflictos bélicos, la famosa “industria de la guerra”. Es así que, unilateralmente, la Casa Blanca condena a Venezuela amenazando con invadirla, cuestiona el pacto con Irán impulsado por su antecesor sobre la base de la institucionalidad global y la desarticulación de un eventual bloque poderoso de oriente integrado por China, Rusia y la República islámica, o directamente, lanza “la madre de las bombas” sin siquiera consultar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
¿A qué responde el conflicto con Corea del Norte entonces? A la intención norteamericana de disputar la hegemonía en un territorio estratégico como el Mar de China, por el que pasa el 40 por ciento del comercio internacional y concentra el 30 por ciento de los hidrocarburos. Al abandonar la multilateralidad económica globalista que sostuvo la administración Obama, el gobierno neoconservador apela a su base de sustento, el poderoso conglomerado militar que le permite dos cosas: planificar su política económica y distraer la atención de la opinión pública frente a un gobierno muy cuestionado. “Un presidente en guerra es un presidente que termina su mandato”, dice la máxima.
Norcorea ante el cambio de autoridades en China
Aclarado los objetivos del país del norte, nos queda intentar entender por donde pasa la estrategia del país gobernado por la dinastía Kim. Cabe destacar que la poca información fidedigna sobre la República Popular Democrática de Corea y el hermetismo alrededor de la figura de su líder, hace que lo desconocido se condense con la espectacularidad construida mediáticamente por la prensa internacional.
Corea del Norte necesita de China, pero China también necesita de Corea del Norte. ¿Cómo es esto? La subsistencia coreana desde la caída de la Unión Soviética ha sido pura y exclusivamente sobre la base de la relación con su vecino. El 80 por ciento de las relaciones comerciales norcoreanas se canalizan con China, en su mayoría de forma clandestina y con una frontera permeable para el mercado negro en el que hay un intercambio de carbón, mariscos, pescados y minerales para la producción industrial.
El comercio no es lo que más le importa a China, sino más bien su posición geográfica en una zona en la que dos de los tres actores principales son aliados políticos, comerciales y militares de Estados Unidos. Imaginen cual será la influencia estadounidense si pudiera disponer de toda la península de Corea y Japón.
Norcorea entiende la importancia de esto en un contexto de disputa hegemónica, y frente a la imposibilidad de sostener relaciones diplomáticas con el resto del mundo, le muestra al mundo una innegable capacidad de fuego en términos de defensa. ¿Para qué? Para mostrarse activo frente a sus adversarios, pero por sobre todas las cosas, para hacerse necesario con el gigante asiático.
Corea del Norte quiere tensar la cuerda frente al recambio de autoridades en China. La República Popular China iniciará el XIX Congreso del Partido Comunista, que comienza el próximo 18 de octubre y en el que se esperan cambios en la cúpula de gobierno, y por más que Xi Jinping seguirá presidiéndolo, no deja de ser la antesala de una sucesión que ya se viene discutiendo puertas adentro.
Entonces, no sería ilógico pensar que detrás de la caricatura belicosa de Kim Jong-un se esconda la intención de generar condiciones más favorables en la relación bilateral, especialmente en el terreno militar, área que China está fortaleciendo a pasos agigantados.
Paradójicamente, Estados Unidos y Corea del Norte coinciden en tener a China como objetivo principal. Uno para disputarla, el otro para lograr convertirse en un actor más necesario de lo que viene siendo. Por supuesto que, la dimensión humana es una variable real que hace que la personalidad de los nombres en cuestión gravite en los objetivos de fondo, generando cierto clima bastante impredecible. No obstante, la impronta propia no es nada sin el fondo, y esto último es lo que hay que analizar en profundidad. Es por todo lo señalado que Donald Trump y Kim Jong-un no son simples locos que pelean por pura maldad.
*Especialista en politica internacional. Responsable del colectivo de medios Oveja Negra Mar del Plata.
Nota publicada en www.resumendelsur.com