Sobre el Puente de Avignon
05 de marzo de 2018
La docente y escritora Cecilia Solá dispara desde sus "cuentos que no nos contaron" las discusiones necesarias del movimiento de mujeres para alcanzar la justicia social.

Por Cecilia Solá*
Cuentan los que conocen las historias prohibidas que, en un reino no tan diferente a éste, se celebraba un enorme Baile del Gran Amor, en el que todas las mujeres de la comarca lucían sus mejores galas, y los hombres asistían para encontrar esposa.
El gran acontecimiento se llevaba a cabo la primera noche de primavera,sobre el puente que atravesaba un enorme y caudaloso río, pero su preparación comenzaba muchísimo antes.
Ya desde el invierno todas comenzaban a coser y a bordar sus trajes, pasando largas horas a la luz de las velas, para asegurarse de que quedaran perfectos, pues un traje defectuoso hablaba mal de quien lo usaba.
En las frías noches del profundo invierno, ellas salían a buscar las raíces misteriosas que crecían en el corazón del bosque, para elaborar cremas que suavizaran la piel, dieran brillo a las cabelleras o alteraran la curva de las caderas.
Las mujeres hacían todo esto, sin descuidar lo que hacían todos los días: planchar, lavar, cocinar, atender a los abuelos y abuelas que sufrían de alguna enfermedad, cuidar a las niños y niños de sus familias, trabajar en los campos, trabajar en las aldeas, y buscar agua en el río, bajo el puente de Avignon.
Los hombres de la aldea las veían partir en grupo, en las noches de invierno, o juntarse a bordar hasta la madrugada, o pasar noches enteras colocándose hierros calientes en la cabeza, para hacerse rizos, y sonreían, moviendo la cabeza
- Son cosas de chicas- decían, mientras las mamás, las hermanas, las tías y las esposas les servían la cena, les entregaban la ropa limpia y perfumada o les alcanzaban una tisana reconstituyente, al volver de un día de trabajo.
- Son cosas de chicas- decían, mientras las mamás, las abuelas, las tías y las hermanas preparaban la ropa que los solteros usarían en el Baile del Gran Amor.
A veces sucedía una tragedia: una joven se perdía en el bosque, o era atacada por los lobos o los osos, o secuestrada por los bandidos, o se enfermaba mortalmente, por los fríos del invierno, y se moría. Entonces todos meneaban la cabeza, se ponían tristes, y en el Baile del Gran Amor de ese año, colgaban un cartelito con el nombre de la muchacha y decían que murió por el Gran Amor.
Así se hacía, porque así se había hecho siempre.
Hasta que una mañana de la primera semana de primavera no hubo olor a café ni a pan recién horneado en todo el reino. Nadie fue a ponerle las ventosas al abuelo, nadie lavó los platos de la cena, nadie cambió los pañales de los bebés, nadie regó la huerta, ni juntó los huevos de las gallinas, ni ordeñó las vacas, ni lavó la ropa, ni buscó el agua del río.
Desde el rey hasta el el más pobre de los aldeanos pusieron el grito en el cielo:
-¿Qué pasa acá, qué pasa acá?
Las mujeres estaban en todos los caminos del reino: las solteras las casadas y las viudas, las jóvenes y las viejas, las altas y las petisas, las ricas y las pobres, las peludas y las peladas.
- No queremos bailar más
- No queremos bordar vestidos para que les gusten a ustedes antes que a nosotras
- No queremos que nos coman los osos para vernos más lindas
- No queremos que nos elijan como a vacas en un corral
Y algunas, con un poquito de miedo, decían
- No queremos casarnos
Y todas cantaban, muy alto
"Sobre el puente de Avignon/no queremos, no queremos/ Sobre el puente de Avignon/ no queremos bailar más"
Los hombres se asombraron mucho, pero después sonrieron
- Son cosas de chicas- dijeron, sacudiendo la cabeza.
Pero la sonrisa se les pasó, porque las mujeres no volvieron a sus casas. No lavaron, ni plancharon, ni cuidaron, ni curaron, ni regaron, ni ordeñaron, ni cosecharon, ni encendieron el fuego, ni apagaron las lámparas. Se quedaron en los caminos, todas juntas, encendieron hogueras para espantar a los osos, afilaron palos para defenderse de los bandidos, se sentaron en ronda y se contaron sus historias y lloraron por las que no estaban.
Al cuarto día los hombres fueron a ver al rey, que también estaba enojado, porque las doncellas del palacio, las cocineras, las mucamas, y hasta la reina misma, estaban en los caminos.
- Esto es cosa de brujas
- Y de feas
- Y de holgazanas
- Y de traidoras
El rey mandó a su general a decirles a las mujeres que se fueran a su casa, que lo que hacían no estaba bien, que estaban perdiendo su femineidad y delicadeza, que qué querían lograr.
"Sobre el puente de Avignon/ no queremos, no queremos/ Sobre el puente de Avignon/ no queremos bailar más".
-¿Pero entonces qué quieren?- gritó el general, con el uniforme todo arrugado porque la generala estaba en el bosque.
- Queremos decidir con quien casarnos
- Y si queremos casarnos
- Y que ustedes hagan parte de las tareas
- Y que dejen de hablar de "cosas de chicas", porque lo que hacemos lo pueden hacer ustedes también
- Y queremos ir a la escuela y a la universidad
- Y estar en el gabinete real
Las mujeres le entregaron un petitorio al general, para ser leído en todas partes, en la iglesia, en las tabernas, en el gabinete, en los campos y en las ciudades.
No son cosas de chicas, es trabajo, dijeron.
Al final, en aquel reino, el rey cumplió e hizo cumplir el petitorio.
En otros reinos, la lucha sigue, porque sobre el puente de Avignon, no queremos bailar más.
*Docente y Escritora, integrante del colectivo Ni Una Menos.