Nuestra esperanza es la Militancia
28 de junio de 2016
Los que están garpando las consecuencias de la brutal implementación de las políticas de ajuste del gobierno de Mauricio Macri y sus gerentes, son los trabajadores y los más humildes; no sus dirigentes. Sin embargo, la agenda de los medios de comunicación está poblada de chorros, vendepatrias y oportunistas que no tienen un carajo que ver con los miles y miles de militantes que dejan la vida a cambio de nada en la construcción del sueño colectivo de una Patria más justa, más libre y mas soberana.
Como tampoco tienen un carajo que ver con los millones y millones de laburantes que siguen confiando en el peronismo como única propuesta política que les permita recuperar un nuevo ciclo de conquistas. Hay tres errores básicos que puede cometer la militancia en ésta particular coyuntura.
El primero es no terminar de masticar las consecuencias de la derrota sufrida el 22 de noviembre a manos del neoliberalismo.
El segundo, es enfrascarnos en opinar sobre las maniobras palaciegas o sobre las vociferaciones oportunistas de los que buscan el golpe de efecto rápido para sacar tajada en la coyuntura, o sobre la perseverancia que tienen algunos de andar acusando de traidores a cuanto fulano se le ocurra moverse dos segundos del lugar en el que pareciera que sólo ellos tienen cabida.
El tercero, es perder de vista que la única esperanza de construir pequeñas victorias y soñar con volver está depositada en ser perseverantes y consolidar y construir organización popular.
Mastiquemos, entonces. Y de paso, la bronca también. Tres semanas antes de la salida del bloque del Frente para la Victoria de los compañeros diputados del Movimiento Evita, nos tocó escribir en las páginas de nuestra Revista lo siguiente: aquél campo propio que obtuvo un 49% de los votos el 22 de Noviembre comenzó a transitar el inexorable camino de profundizar sus contradicciones, y con ello, andar por rumbos desencontrados en el escenario actual.
La atomización de aquella voluntad política a la que le faltaron setecientos mil votos para transformarse en mayoría electoral constituye el terreno de incertidumbres en el que estamos parados.
Da bronca, claro que sí. Da bronca no comprender el sentido de oportunidad, ni cerrar por ningún lado los argumentos de la salida de algunos compañeros del bloque. También da bronca, escuchar a los compañeros que se quedaron acusar de traidores livianamente a quienes no abandonaron el campo popular, si no, un bloque legislativo cada día más ineficiente.
Porque en definitiva, lo que da más bronca todavía, es que por incapacidades propias el Poder Legislativo dejó de ser una trinchera eficaz para dar batalla a un enemigo que tenemos en la vereda de enfrente, no al lado, y que cada día se fortalece en su guerra por aniquilar el bolsillo de los trabajadores para llevarlo a las arcas de los grupos económicos.
Pero claro, el segundo error es pensar que nuestro desafío es ser espectadores de la atomización que alimenta la agenda de las corporaciones mediáticas y que están perfectamente combinadas con la persecución montada sobre los dirigentes bajo la estigmatización generalizada de la corrupción.
Como si siguiéramos esperando que los problemas se empiecen a resolver desde arriba. Y lo sabemos bien, lo único que se puede hacer bien de arriba hacia abajo, es un pozo; siempre y cuando no sirva para enterrarnos.
Vamos a repetir una vez más aquello que escribimos hace semanas en nuestra revista: la construcción de una línea política, es un ejercicio que requiere mayor esfuerzo que un simple discurso de ocasión que intenta ser condescendiente con la expectativa de una mágica y acelerada restauración popular, o la urgencia oportunista que intenta dar respuesta a una coyuntura fluctuante y contradictoria; o bien la desesperación táctica de andar juntando en la misma bolsa iniciativas antagónicas entre si, como si a una organización la definieran sus desencuentros, y no las certezas políticas que expresan.
Reivindicar el sentido propio de la militancia, es ratificar el camino de construir mayores niveles de organización política. Y una organización política, reivindica su sentido, en la medida que encuentra su rol y aporte especifico para fortalecer la organización del campo popular. El desafío de una línea política es intentar la construcción de certezas, aún en terreno de incertidumbres, y facilitar alguna luz, en tiempos sombríos.
Las únicas victorias posibles en este tiempo, la habrá de construir la militancia, sólo en la medida que sea capaz de asumir el desafío de construir mayores niveles de organización popular. Ahí donde están los incómodos de éste tiempo, los que desaparecieron de la agenda política argentina, los que la están pasando mal en serio.
A los dirigentes, les corresponde reflexionar sobre aquella máxima que muchas veces se lanzó como bravuconada, pero que no es otra cosa que un principio reflexivo del arte de la conducción política.
Aquella certeza de que el pueblo marchará con sus dirigentes a la cabeza, o lo hará con la cabeza de sus dirigentes.
Nuestra esperanza es nuestro pueblo, y sus mejores hijos, la militancia.
Fernando Gomez
Editorial Oveja Negra Radio