LA CONDENA DE SER MUJER EN LA ARGENTINA
03 de abril de 2017
Belén estuvo casi tres años presa por haber sufrido un aborto espontáneo, y ser acusada por ello. Higui está presa actualmente por defenderse de un grupo de hombres que intentaron violarla, todos los cuales están en libertad, sin condena, sin investigación, sin sospecha. La militante social y política Milagro Sala sigue privada de su libertad de forma ilegítima ya que, según el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, “a la mayoría de los argentinos nos ha parecido que había una gran cantidad de delitos”.
Por Nadia García
Las mujeres, y principalmente las mujeres humildes, somos víctimas de una múltiple criminalización, que aún en pleno siglo XXI sigue arraigándose en principios conservadores que nos niegan la autonomía sobre nuestro cuerpo, el derecho de defensa ante la agresión sexual, o que intentan poner en crisis el rol dirigencial que se han ganado numerosas compañeras, en una etapa de férrea lucha contra el mismo sistema neoliberal que nos niega día a día nuestros derechos.
Belén era una joven que trabajaba en una cooperativa en la provincia de Tucumán, que un buen día acude al hospital Avellaneda con síntomas de dolor abdominal, institución de la cual se la llevan esposada a una cárcel. No sin antes someterla a tratos degradantes que atentaron directamente contra su pudor, cuando los médicos y efectivos policiales varones que se encontraban cumpliendo su presunto servicio a la comunidad en el momento en que ella ingresó para ser atendida, le abrieron las piernas, revisando su zona genital e inquiriéndola con violencia. “¿Qué fue lo que hiciste?”.
Ella aseguraba que no había hecho nada más que seguir su rutina cotidiana cuando comenzó a sentir dolores, y, efectivamente, ignoraba que estaba embarazada y que experimentaría un aborto espontáneo. Nadie escuchó su historia. Nadie atendió su reclamo. Relata hoy, después de casi 900 días de privación absolutamente ilegítima e infundada de su libertad, que el circuito de violencia en el que se vio arbitrariamente envuelta incluyen al primer abogado que contrató su familia, y la defensora oficial, quien le pedía que se hiciera cargo de lo que “había hecho”.
A pesar de que no pudieron encontrar una sola prueba que demostrara a Belén culpable de algo de lo que se la acusaba, la imputaron inicialmente por una figura penal que no existe: aborto seguido de homicidio.
A pesar de que no pudieron encontrar una sola prueba que demostrara a Belén culpable de algo de lo que se la acusaba, la imputaron inicialmente por una figura penal que no existe: aborto seguido de homicidio. Luego, la Sala III de la Cámara Penal la condenó a ocho años de prisión por “homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía”, en un proceso judicial en que la joven vio violentadas todas sus garantías de defensa y en el que no se aportó evidencia alguna de lo que se le imputaba. Hace pocos días, la Corte provincial le dio la oportunidad de comenzar una nueva vida, absolviéndola de la ridícula e injusta condena que había recaído sobre ella. Pero, ahora, ¿quién le devuelve a la muchacha el tiempo padecido adentro de una unidad penitenciaria? ¿Será el mismo Estado que avasalló todos sus derechos, en el Hospital y en sede tribunalicia, el que indemnice los perjuicios sufridos en estos años?
Dicen los jueces, y repite el periodismo, que Analía Eva “Higui” Dejesús está presa desde el pasado 16 de octubre por herir de un puntazo a un hombre que luego murió. Lo trascendental en este caso son los “detalles” que los funcionarios judiciales ignoran y que el amarillismo utiliza solo para alimentar el morbo de la audiencia. Esa historia real y completa es la que retumba en las gargantas de la militancia y que hace eco en los oídos de quienes ha sido capaces de conmoverse con esta mujer que carga en sus espaldas con los estigmas sociales que pusieron primero su vida en peligro, y que luego la colocaron tras las rejas al intentar preservar su propia integridad.
Porque Higui es una lesbiana que, como muchas, fue perseguida durante mucho tiempo por un grupo de hombres que con la excusa expresamente reconocida por ellos, de corregir el mal que desvía su sexualidad, intentaron violarla y empalarla. Prueba de ello son las ropas desgarradas tras el último de los ataques padecidos, las cuales no han sido aún peritadas con fines investigativos. “Te vamos a violar así te corregimos”, le había dicho expresamente la patota de machos que golpeó a Higui, quien, tras varias amenazas y ataques, decidió empezar a salir a la calle con un arma blanca. El resultado de ello fue lo único que llegó a la sede de la “justicia”: ella hirió a uno de sus agresores quien, a causa de dicha lesión defensiva, terminó muriendo. Pese a las persecuciones, amenazas, las brutales golpizas e intento de empalamiento de los que fue víctima, ella ingresa al circuito penal como victimaria. Ese fue el motivo por el cual su caso no recayó en una fiscalía de género: porque no lograron matarla.
Ningún testimonio, ninguno de los hematomas que lucía sobre su cuerpo fueron prueba suficiente de la legítima defensa ejercida por Higui, quien sigue hoy privada de su libertad por haber defendido su vida y su integridad física.
El forcejeo, los golpes de un grupo que, ella estima, constaba de diez hombres aproximadamente y el miedo padecido, hicieron que la policía la encontrara y detuviera, cuando ella aún esta desvanecida por los traumatismos físicos y la violencia psicológica a la que la habían sometido. “Te vamos a hacer sentir mujer”, le habían advertido sus agresores mientras la reducían. Pero ningún testimonio, ninguno de los hematomas que lucía sobre su cuerpo fueron prueba suficiente de la legítima defensa ejercida por Higui, quien sigue hoy privada de su libertad por haber defendido su vida y su integridad física ante la indiferencia de las instituciones que debieron haberla defendido y cobijado a tiempo. Contó una familiar que fue a buscarla cuando fue detenida, que al contar a los policías el intento de violación, los efectivos de seguridad se rieron de ella.
Resulta al menos llamativo que el mismo derecho de legítima defensa que puede hacer valer cualquier comerciante que hiere o mata a un asaltante, no resultan el paradigma en el cual se inscribe esta situación. En el caso de Belén, en cambio, el interrogante que nos azota es si podría haber cambiado su suerte, por ejemplo, atendiéndose en otra institución de salud. No obstante, lo que alarma es que en el período en que estuvo privada de su libertad, ningún funcionario judicial haya sido capaz de reevaluar el caso atento al propio testimonio de la joven, o en función de los propios conceptos médicos y científicos que indicaban la espontaneidad del aborto.
En el caso de Milagro Sala, al que también mencionábamos al inicio de éste recorrido como una de las víctimas del poder patriarcal y oligarca que gobierna la Provincia de Jujuy, uno de los interrogantes que asoma es “¿hubiese procedido de igual forma el poder judicial y ejecutivo jujeño, de ser un varón el que esté, al decir del Presidente, bajo sospecha de criminalidad?”. El sentido común golpea retóricamente ante esta pregunta. Milagro fue encarcelada ni bien asumió un gobierno que se la tenía jurada. Echaron llave a su celda antes de que las sospechas de las que hablaba el Jefe de Estado pudieran materializarse en una sentencia firme. Las presas políticas del gobierno de Morales, son también un testimonio del poder judicial y político arremetiendo principalmente contra las mujeres, contra las humildes, contra las organizadas. Son un alegato de la violencia y el odio machista, que no son patrimonio exclusivo de los gobiernos de derecha, ni son una novedad nacida con la asunción de la alianza Cambiemos, pero que sí ven la vía libre para desplegar su política persecutoria de todos aquellos que tienen ganas de devolvernos a las mujeres al lugar del que consideran que nunca tendríamos que haber salido: de la servidumbre hogareña, que ni siquiera merece, al decir suyo, el derecho a ser reconocido, el doméstico, como un trabajo.
Las presas políticas del gobierno de Morales, son también un testimonio del poder judicial y político arremetiendo principalmente contra las mujeres, contra las humildes, contra las organizadas.
De las portadas de revistas que alaban la alta costura de la Primera Dama y la Reina de Holanda, reivindicando ese rol sumiso contra el que luchamos día a día en las calles, en los hogares y en el seno de las instituciones que nos quieren condenar al silencio obediente al que no nos resignamos las que marchamos para que absolvieran a Belén, para que liberen a Higui, y para que le devuelvan su Milagro a los humildes del norte argentino.
Las mujeres argentinas asumimos en esta etapa el fiel compromiso de dar a conocer todas estas historias, con sus oscuros trasfondos, para poder revertir las injusticias que nos demuestran día a día que, si esta cárcel sigue así, toda presa es política.