Oveja Negra

Abuso sexual en la UBA


20 de febrero de 2018

Oveja Negra

Macho Profesional. Cuando quienes te deben cuidar, te violentan ¿a quién acudís? A la organización popular.

Por Belén Acuña*

La violencia institucional no es ninguna novedad, sino que en tiempos de Chocobar, viene siendo un globo del macrismo difícil de pinchar. Pero la policía no es el único brazo del Estado que ha sabido golpear al Pueblo, el resto de las instituciones públicas, por más que no usen balas, no se quedan atrás.

En este caso el Instituto de Investigaciones Médicas “Alfredo Lanari” es quien toma carrera, uno de los hospitales dependientes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) atraviesa hoy una situación caratulada ante la justicia como un caso de “abuso sexual”, donde el nuevo Director del hospital es acusado por una trabajadora del área de cirugía, sector que compartieron por años, claramente poco felices. La instrumentadora se animó a denunciar luego de sufrir las aberraciones de Norberto Raúl Lafos, médico urólogo que hoy sigue en su cargo de director con el visto bueno, o mejor dicho, con el visto ciego, de la Facultad de Medicina.

Los Hechos

El 14 de diciembre del año pasado, mediante la resolución n° 3163 del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina, y con el aval del recientemente difunto decano Sergio Provenzano, Lafos asumía el cargo de autoridad máxima del Lanari de forma interina. Cuatro días después, movida por el miedo y la solidaridad con el resto de sus compañeras, ahora que su acosador era el máximo cargo del hospital, la instrumentadora presentaba una nota contando en detalle los infortunios de los últimos años por mesa de entrada en la Facultad de Medicina y en el hospital que trabaja y donde ahora tiene como jefe a la persona que la acosaba de forma cotidiana llegando a manosearla y humillarla verbalmente. El 20 y el 22 de diciembre APUBA, el gremio que nuclea a lxs trabajadorxs no docentes de la UBA, convocó a masivas asambleas donde se puso en conocimiento la situación y luego de un amplio debate se votó pedir que Lafos sea “suspendido provisoriamente hasta tanto se deslinden sus responsabilidades” con una mayoría de 351 positivos, 20 negativos y 9 abstenciones. El gremio contaba con la información del caso desde hacía varios meses, pero en vez de acompañar a la instrumentadora para que llevase los hechos a las autoridades universitarias, le recomendaron hablar con su acosador para pedirle que no la “molestase más”. Si bien durante las asambleas de diciembre el delegado reconoció que habían procedido mal, no sólo con este sino con otro caso similar de acoso, no hay que pasar por alto dos hechos:

  • las personas que recibieron la denuncia de la víctima siempre fueron hombres, que por más abiertos que fuesen, no tuvieron la sensibilidad de comprender que lo que hacía Lafos era acoso, que no es otra cosa que violencia de género y está enmarcado en un sistema patriarcal;
  • el gremio no estaba al tanto del Protocolo interno contra la violencia de género de la UBA, lo cual no es casual: al ver la situación en general notamos que la misma Facultad de Medicina que cuenta con varias situaciones similares encubiertas, que sigue sin informar a la comunidad. Y es también la que designa a un abusador como Director de hospital, haciendo oídos sordos a los reclamos de lxs trabajadorxs.

La instrumentadora también intentó radicar la denuncia en la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral en el Ministerio de Trabajo, pero no quisieron tomársela porque en casos anteriores la UBA había argumentado que dicha oficina no tenía injerencia, apelando a su protocolo, o, más bien, a su silencio. Por suerte, gracias a la sororidad de una compañera periodista de Página 12 el reclamo pudo hacerse público.

Macho Profesional

Como respuesta a todo esto, días después de hacer la denuncia se le sacó la caja chica que la instrumentadora administraba desde hacía años, en un claro abuso de poder en represalia por sus acciones. Además, para no dejar a ninguna afuera, el flamante Director Lafos, citó a las compañeras de la víctima, posibles testigos en la causa, para intimidarlas. Y como para cerrar la promoción de 3x1 en patriarcado, más de un mes después de radicada la denuncia, la Facultad de Medicina decidió hacerse presente telefónicamente con dos promesas incumplidas: un sumario administrativo y la restricción de acercamiento por parte del médico a la víctima, medida absurda cuando se tiene en cuenta que el acosador sigue ejerciendo sus funciones de director en el mismo edificio donde trabaja la instrumentadora, quien debió precarizar sus condiciones laborales llegando a hacer pis en una palangana en su oficina por miedo a encontrarse con él en el pasillo.

Este caso es atravesado por dos formas de opresión; por un lado nos encontramos con un sistema que saca a la mujer de su lugar de persona y la coloca en el de objeto sexual-propiedad del hombre; y por el otro vemos aquella otra ley invisible que sube en un altar a los profesionales y ningunea al resto de lxs trabajadorxs. Este caso es el de una doble victima mujer e instrumentadora, doblemente silenciada, doblemente cuestionada, doblemente señalada y oprimida, y un macho profesional respaldado por la institución y su justicia injusta, por los lobbys políticos y su mirar para otro lado, por un sistema que como diría Rodolfo Walsh “no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene”.

Lo Público de lo Privado

Este caso es atravesado por dos luchas que tienen la misma respuesta: la organización, el grito colectivo.

La violencia deja de ser un hecho aislado cuando es avalada por un sistema; por políticas de estado que cierran los centros de atención a las víctimas y desfinancia todo aquello que pueda servir de prevención; que despide trabajadoras que son violentadas y las deja solas y atadas a esas situaciones; por jerarquías incorrompibles en los lugares de trabajo; por oficinas, protocolos y otros muchos nombres de la inoperancia y el encubrimiento. La resistencia deja de ser algo privado cuando cruza la puerta de la casa, el despacho, la escuela, el hospital, y sale a la calle y se transforma en un hecho político, en un movimiento capaz de organizarse, en una bandera capaz de mostrar todo aquello que acosa, mata, denigra, margina y hoy se ha vuelto público, y el 8 de marzo sale a la calle, y todas las veces que haga falta hasta que no haya más Universidades que respalden machos, ni directores abusadores, ni indiferentes.


*Estudiante

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