Oveja Negra

TRADICION O DISRUPCION


10 de octubre de 2020

Oveja Negra

Por la Academia de Formación de Cuadros del Movimiento Nacional *

Hemos visto en estos últimos 44 años como un Pueblo orgánico, consciente y protagonista de su historia se fue transformando en una masa doliente de espectadores mudos sin ningún poder en su propia patria.

En caminantes, cual multitud de mendigos en busca de solventar las necesidades primarias recibiendo las dádivas que patentizaban la derrota sufrida

El pueblo digno, victorioso y feliz al retorno del Gral. Perón, fue empujado a la vergüenza y la ignominia.

Como ejército dispersado con deshonra, empezó a conocer lo que era no tener trabajo, hundirse en la pobreza generación tras generación, hasta llegar al hambre.

Toneladas de violencia en todos los planos y en todos los formatos, como alud maligno, cayó sobre él para disgregarlo hasta la impotencia.

Perón en su Modelo Argentino en 1974 decía: “Nuestra Patria todavía está a tiempo de preservar a la familia, ya que, si bien no todos han conservado su integridad ante la agresión externa motivada por el sistema liberal, afortunadamente, la mayor parte de ellas ha salvado su contextura”.

Millones de familias peronistas, esencia de la argentinidad, y en ellas las mujeres peronistas, centro anímico de esas familias, fueron el muro infranqueable en la Resistencia entre 1955 y 1972.

Y ellas, familias y mujeres, fueron los objetivos centrales a atacar por el Régimen desde 1976 hasta hoy, desde lo económico, lo social, pero sobre todo desde lo cultural.

Civilización o Barbarie proclamó Sarmiento en el siglo XIX según las categorías del “progresismo” europeo, sobre todo el anglo francés. Era necesario cortar las raíces culturales desde donde se había construido nuestra identidad nacional.

Había que organizar “otro país” que se pareciera a los europeos.

Moderno y trasculturarizado según la mirada apátrida del sanjuanino.

Perón en la misma obra citada, como contracara, nos dice: “el Justicialismo es el resultado de un conjunto de ideas y valores que no se postulan: se deducen y se obtienen del ser de nuestro Pueblo. Es como el Pueblo: nacional, social, y cristiano”.

Él lo conocía profundamente en su religiosidad popular, en su amor a la familia, en la “gauchada”, en su valentía, en la alegría de sus fiestas, en la humildad, en la acogida al otro aún en la pobreza.

La familia, reservorio y transmisor de la tradición cultural, vino y viene cada vez amenguando en su función esencial y es denostada y atacada de todas formas y por todos los medios (en particular los de comunicación), principalmente en las grandes ciudades.

Con bríos “revolucionarios” se expande la disrupción: hay que cortar todo lazo con el pasado, que es sinónimo de atraso y de opresión.

Quienes empujan esto nos quieren “resetear”, borrando lo anterior para poner en el “disco” otros contenidos según otro molde.

Así no podemos reconstruir la Nación. Nada se puede edificar sobre otras culturas ajenas.

Y mucho menos si el “cambio” viene de una Europa en putrefacción e involución terminal.

SIN FAMILIA NO PUEDE HABER NACION.

Sin tradición, cortadas las raíces, solo hay muerte de una comunidad. Es tomar el camino que lleva hacia una Colonia de esclavos.

Más aún si a la crisis familiar inducida, se suma que las estructuras educacionales: colegios y universidades, en gran parte, han sido cooptadas por el espíritu sarmientan.

Se trata de deconstruir a niños y adolescentes, de la introducción de la disrupción como forma de avanzar en la sociedad consumista de concentración de la riqueza y de descarte de nuestros compatriotas más débiles: los pobres, los por nacer, los ancianos.

Los integrantes de una “moderna clase o casta política” - bautizada así en estos últimos años - como Ulises, han sido seducidos por “los dulces cantos de las sirenas” y entre los placeres y privilegios, como el héroe griego, han caído en la amnesia. No sienten nostalgias de la Patria en la que han nacido, que aún los espera como Penélope.

Los veteranos – los del 72 – los privilegiados de una infancia feliz, recibimos de Perón y Evita un mandato.

¿Qué nos pidieron a nosotros y a los que iban a venir después?: que protejamos al Pueblo que amaban entrañablemente, que defendiéramos a nuestra Patria y a nuestra cultura nacional que nos hace argentinos.

Según podemos apreciar lo intentamos, pero no pudimos cumplir.

Combatimos sin tregua ni cansancio y seguimos haciéndolo.

Al menos no hemos dejado que se apagara la antorcha de amor que encendieron nuestros Jefes, para poder pasarla a las generaciones que vienen viniendo.

No estamos vencidos.

Miles de militantes en nuestra Patria tampoco lo están

Hay que reconstruir la Nación retomando esa antorcha entre todos, unidos.

Ante tanta deshumanización debemos saber que solo el amor humaniza y dignifica. Y el amor necesita de la escucha atenta, de la presencia, de promover la cultura del encuentro con el hombre y la mujer común, no de la lejanía.

UNA EPOPEYA NOS ESPERA EN ESTA PATRIA, EN EL “FIN DEL MUNDO”.

LA DE LOS GRANDES TERRITORIOS VACIOS A OCUPAR.

Hasta pronto. Nos vemos

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