Oveja Negra

EL FEMINISMO QUE YA GANO


07 de agosto de 2018

Oveja Negra

"La visibilización de una problemática históricamente discutida en Encuentros de Mujeres, o puertas adentro de las unidades básicas, la coordinación de acciones colectivas -al menos una vez por semana- la infinidad de talleres para informar sobre una situación condenada de antaño al oscurantismo del tabú y la moral privada, no dan lugar alguno a la idea de un eventual fracaso". Fragmento de la nota editorial del 6 de agosto de 2018

Por Oveja Negra

Con el mismo prejuicio con que se estigmatizó la militancia, cada vez que una masa de argentinos y argentinas se animó a alzar la voz en defensa de los derechos de un pueblo, cada vez que una marea de gente copó las calles para pedir la liberación del líder de los trabajadores, para celebrar la asunción de una Presidenta, o escuchar sus extensas alocuciones cargadas de lucha, de reivindicaciones y de conquistas, con el mismo discurso único con que se ubica a una juventud movilizada en el lugar de las voluntades compradas, a fuerza de planes sociales o de viandas para aguantar la jornada, se disparó también contra el colectivo feminista.

Nos acusaron de cooptadas. Nos señalaron como las cabecitas huecas, rellenas a fuerza de ideas extrañas. Nos atribuyeron ser financiadas por el mismo capital internacional que exige los recortes de presupuestos que nos impiden acceder a la garantía de los derechos que, precisamente, estamos reclamando. Porque mientras batallamos contra el recorte que se impone cada vez que el gobierno nacional cede ante las exigencias del Fondo Monetario, nos animamos a plantear la ampliación de la cobertura médica, a poner en cuestionamiento la producción y comercialización de medicamentos, a exigir capacitación docente y más y mejor inversión educativa.

Para un sector de la Argentina que gobierna el sentido común, sigue siendo incomprensible el nivel de movilización política que genera la tradición militante. Y parece ser un hecho aún más inexplicable cuando lo protagonizamos mujeres e identidades diversas.

Para un sector de la Argentina que gobierna el sentido común, sigue siendo incomprensible el nivel de movilización política que genera la tradición militante. Y parece ser un hecho aún más inexplicable cuando lo protagonizamos mujeres e identidades diversas. La vigilia interminable en el frío de la metrópolis, en el corazón de numerosos centros urbanos de todo el país, no puede explicarse, para ellos, a no ser por la fuerza de un financiamiento externo, que en los hechos nunca llegó a tocar los bolsillos de ninguna compañera.

Incluso, han llegado a pensarnos como el mismísimo enemigo. Financiadas por Soros, por Rockefeller y por cuanto personaje mezcle una pizca de realidad con un alto porcentaje de la ficción que transcurre en las redes sociales, como si nos pagaran ese café indispensable para ir a laburar después de una noche de desvelo frente al Congreso Nacional, tras dormir en esas cómodas y abrigadas frazadas tejidas con los hilos de la conspiranoia interplanetaria, ubicadas estratégicamente en el cemento urbano de las ideas impuestas. Esas que nos niegan haber concebido por nosotras mismas.

Lo cierto es que la movilización por la defensa y ampliación de derechos jamás podrá ser enemiga de un pueblo que sigue luchando por su verdadera y definitiva liberación.

Para el feminismo popular es imposible pensar en una posible derrota legislativa como punto final de este proceso político.

Mientras algunos se sostienen férreamente del argumento de que la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito ha venido a dividir al campo popular, en las calles lindantes al parlamento se aglutinan banderas de los más variados espectros políticos que en la cotidianeidad también dan su lucha contra el gobierno de las multinacionales. Mujeres que somos capaces de hacer a un lado nuestras diferencias partidarias, históricas e identitarias para dar cuenta de una unidad capaz de encolumnarse detrás de una misma consigna, de compartir recursos materiales y humanos para cuidar a las compañeras de una represión inminente, o de las agresiones cotidianas del sector que vocifera estar salvando dos vidas, cuando, en la realidad no tiende una mano de ayuda a ninguna.

Con la solidaridad de compartir un mate caliente para alivianar la espera, ya sea entre militantes comprometidas desde hace tiempo con las causas del pueblo, o con la gente que asume con una mezcla tímida de orgullo y sorpresa, que es la primera vez que sale a la calle a participar de una marcha, para el feminismo popular es imposible pensar en una posible derrota legislativa como punto final de este proceso político.

La visibilización de una problemática históricamente discutida en Encuentros de Mujeres, o puertas adentro de las unidades básicas, la coordinación de acciones colectivas -al menos una vez por semana- la infinidad de talleres para informar sobre una situación condenada de antaño al oscurantismo del tabú y la moral privada, no dan lugar alguno a la idea de un eventual fracaso.

Porque si bien, innegablemente, el horizonte es una ley sancionada y en vigencia, que encuentre en un Estado presente el terreno fértil de su aplicación plena, el conjunto de victorias construidas en este camino es insoslayable. La visibilización de una problemática históricamente discutida en Encuentros de Mujeres, o puertas adentro de las unidades básicas, la coordinación de acciones colectivas -al menos una vez por semana- la infinidad de talleres para informar sobre una situación condenada de antaño al oscurantismo del tabú y la moral privada, no dan lugar alguno a la idea de un eventual fracaso.

Por el contrario, una militancia feminista fortalecida al calor del debate y de la suma de voluntades que permiten generar mayores niveles de conciencia, hará uso de este nuevo impulso para seguir por el camino de nuevas conquistas. Pase lo que pase el 8 de agosto en el Senado. 

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