Oveja Negra

NEOLIBERALISMO, CRISIS Y SUEÑOS DE LOS DOS LADOS DE LA CORDILLERA


20 de diciembre de 2021

Oveja Negra

Columna de opinión de David Acuña

Por David Acuña

 

Argentina y Chile tienen un pasado común cimentado en los lazos de hermandad que San Martín y O'Higgins tejieron en la gesta libertadora del siglo XIX. La Cordillera de los Andes, más que dividir, ha unido constantemente a ambos pueblos miembros de una misma Patria Grande. En esa historia compartida han sido siempre más los momentos de unidad soñado por grandes hombres que las diferencias ocasionadas por pequeños hombres mediocres.

Cuatro son los grandes momentos comunes de ambos pueblos en la historia moderna.

El primero de ellos es en 1947. El entonces presidente Juan Domingo Perón firma con su par chileno Gabriel González Videla un acuerdo bilateral donde se reconocían los derechos soberanos de ambos países sobre la Antártida entendida la misma como la proyección natural de Sudamérica. Para la Argentina, esta era una cuestión no menor ya que desde 1833 mantenemos una disputa con Gran Bretaña por su ocupación colonial de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

El segundo momento se propicia en 1953, donde ambos países firman el Acta de Santiago. En ella, los gobiernos de Carlos Ibáñez del Campo y Juan Domingo Perón sientan las bases de una política de complementación económica mediante el aumento de los saldos exportables, la eliminación gradual de los derechos de aduana, la reestructuración de los sistemas de distribución de divisas y el estímulo al proceso de industrialización en ambos países. El objetivo estratégico era establecer la “Cordillera Libre” como paso previo a la unión económica y el anhelo de incorporación de otras naciones sudamericanas. El intento de ampliación de estos objetivos con el Brasil de Getulio Vargas pasaría la historia como el ABC.

Un tercer sueño compartido se rubricaba en el abrazo que Salvador Allende y Héctor Cámpora se propiciaban el 25 de mayo de 1973. Por entonces, la Argentina parecía volver a los días más felices y Chile encaminarse al socialismo.

El cuarto gran momento implicó un sueño aún más colectivo y donde parecía que el conjunto de la Patria Grande retomaba los anhelos de unidad tan presentes en los Libertadores. Nos referimos a la adhesión por parte de ambos países al Tratado Constitutivo de la UNASUR el 23 de mayo de 2008. Este era producto de los nuevos aires soplado en América Latina y en donde sus gobernantes, que, por vez primera desde las restauraciones democráticas, se parecían a sus propios pueblos, podían encaminarse conjuntamente a los festejos respectivos de los doscientos años de independencia.

Por el contrario, cuando el neoliberalismo se instauró en estas tierras sudamericanas de la mano de pequeños hombres mediocres, como lo fueron Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, la capacidad conjunta de soñar futuros posibles fue trocada por la pesadilla de oscuras dictaduras.

Durante 1978 los dos países casi se embarcan en una guerra fratricida por la demarcación de los límites territoriales en el Canal Beagle. Es que los pequeños hombres no tienen ni la capacidad de soñar ni recordar la historia común, por el contrario, responden a intereses egoístas y apátridas.

Luego de la Guerra de Malvinas, en la cual Pinochet había brindado apoyo logístico a las fuerzas británicas, el gobierno argentino de Raúl Alfonsín lleva adelante una ambigua política de ratificación de derechos e integración territorial. El proceso de desmalvinización de la UCR y el desmantelamiento de toda capacidad defensiva del país en materia militar fue ratificado por los Acuerdos de Madrid (1989 y 1990) como por el desguace del Estado llevado adelante por Carlos Menem. Ambos presidentes, como luego lo fueron Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, fueron la encarnadura de la claudicación a cualquier ápice de dignidad soberana. Al mismo tiempo, todos ellos en materia económica llevaron adelante las recetas del FMI y los Chicago Boys instaurando el neoliberalismo en nuestro país. Pinochet, y los gobiernos subsiguientes hicieron lo propio en suelo chileno.

En diciembre de 2001 el gobierno de la Alianza estalla por los aires y el modelo neoliberal se resquebraja. Los gobiernos de Néstor y Cristina implicaron la recuperación soberana del país en todos los planos al mismo tiempo que se llevaron adelante políticas redistributivas como forma de retejer un entramado social lastimado por décadas de gobiernos militares y civiles entreguistas.

En Chile la derrota popular fue tan o más profunda que en la Argentina, pues Pinochet gobernó desde el derrocamiento de Allende hasta 1990 como presidente, pero hasta 1998 como comandante en jefe de las fuerzas armadas; momento en que asume el cargo como senador vitalicio.

Gabriel Boric acaba de ser electo presidente de Chile y se renueva la esperanza de que los sectores populares vuelvan a transitar el camino del bienestar y la integración latinoamericana. Boric es uno de los militantes que estuvo al frente de la llamada “Revolución de los Pingüinos” liderando a miles de estudiantes que salieron a la calle apoyados por sectores sindicales y populares contra las políticas de ajuste neoliberal en la educación durante el 2006. Esas y otras luchas populares fueron agrietando el modelo neoliberal chileno hasta el día de hoy. Todos hemos visto en estos últimos años a las grandes movilizaciones populares en Chile y el feroz asedio que desde el Estado se les ha infligido a los manifestantes… hasta el punto de utilizar francotiradores con el objetivo de tirar a los ojos de los manifestantes y mutilarlos de por vida.

El desastre de Macri aun lo estamos padeciendo. El desastre de Piñera aun lo padece Chile. Que los pequeños hombres mediocres no nos cortes las alas y la capacidad de soñar. Del desastre neoliberal se sale con capacidad creadora y no apelando a un posibilismo contemplativo con las usinas de pensamiento y poder mundial.

 

 

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