Oveja Negra

LOS SUEÑOS DEL ÑATO


04 de noviembre de 2020

Oveja Negra

Por Braian San Martin

 

 El Ñato tiene la costumbre de llamarme para comentarme sus sueños. No es cosa de todos los días, solamente cuando recuerda el sueño, y si es que sueña algo interesante (delimitar que sería interesante para El Ñato es una tarea que no estoy dispuesto a realizar).

Es menester aclarar que no soy psicoanalista ni nada por el estilo. Mucho menos un lector devoto de Freud y todos sus cómplices. Mi único error fue leer, una desgraciada noche, "La Interpretación de los sueños".

Se lo comenté al Ñato, solo para tener un interlocutor o un ente, a quien manifestarle mis dudas, mis burlas y todo eso.

La resistencia al psicoanálisis y al relativismo, dicen mis amigos, se debe a mi comodidad dentro de los grandes relatos. Qué se yo, mis amigos también citan a Lacan y nunca terminaron de entenderlo.

Bueno, en definitiva, le comenté al Ñato sobre mi lectura. Luego de un prólogo de argumentos contra el comunismo, empezó el catálogo de sueños.

Eran todos una porquería, hay que decirlo.

Un sueño solo es interesante en el presente, en el acto mismo, y solo para su protagonista.

Una vez que relatas el sueño, lo pones en palabras que no alcanzan para definir las imágenes, te das cuenta que ya no es tan interesante.

Eso pasaba con los cuentos del Ñato, aunque sospecho que él no lo percibía así. Su entusiasmo continuaba intacto.

Pero había un sueño que me llamó la atención.

Hablaba de un flaco, sin cara pero con nariz (algo así como en el cuento de Gogol me aclaró), que se arrojaba a una multitud de pequeños fuegos. El flaco no se quemaba, pero iba transformándose en fuego también. Y dejaban de ser una multitud para unificarse en un todo.

“En ese momento me desperté”, finalizó el Ñato.

Por mi parte, le dije que no entendía el sueño. Vaya uno a saber, puede ser cualquier cosa, problemas sexuales, tu vieja, etc, etc.

Lo consideré un triunfo, no quería arruinarlo. Mira si me voy a poner a racionalizar todo esto, mejor esperar.

Hay un fuego en el Ñato, aunque para él no tenga nombre propio y quizás nunca lo tenga.

Elegí que perdurara el fuego anónimo ante el nombre. No sé si está bien o mal, no quería troskearla.

Menos ante El Ñato.

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