Oveja Negra

La lucha de Gualberto Solano


11 de abril de 2018

Oveja Negra

Gualberto y Daniel Solano esconden las sombras de una Argentina condenada al silencio, una historia de violencia institucional, de olvido, de ninguneo, de dolor. Emanuel Gimenez, desde General Roca, Rio Negro, mantiene viva la memoria.

por Emanuel Gimenez 

 

En la madrugada del martes 3 de abril falleció Gualberto Solano luego de una intervención quirúrgica en el hospital San Bernardo de Salta, murió sin haber logrado su objetivo más grande, encontrar el cuerpo de su hijo desaparecido Daniel Solano. Su muerte llega como una de las peores noticias en la gran tierra patagónica, como cuando en lugar de un nuevo nieto encontrado, un pañuelo blanco nos deja en la lucha por la memoria. Así de triste es esta herida colectiva, la trágica consecuencia de un poder que lo venía golpeando desde hace 6 años cuando desapareció Daniel el 11 de Noviembre del 2011 en Choele Choel. Desde ese momento Gualberto se puso al hombro una incansable búsqueda de justicia, a pesar de tener en frente un gigante poder judicial, político y económico.

No pudo con la angustia y el dolor de no saber dónde estaba su chango Daniel Solano, con ser ninguneado, su salud desde un primer momento se encontraba debilitada. Sin embargo persistió a pesar de la tensión, de las marchas de todos estos años, de golpear las puertas de las instituciones que deberían dar respuestas, de hacer numerosas huelgas de hambre, en un caso que demuestra una de las aberraciones más terribles a los derechos humanos en democracia.

La historia de Daniel

Daniel Solano era oriundo de Misión Cherenta, Tartagal, Salta, tenía 27 años, único varón de cinco hermanos, criado por su padre después de la muerte de su madre, cocinero y albañil, arquero de fútbol, le decían “El Nene” y había terminado el secundario, algo poco común en los jóvenes de su comunidad.

En el 2011 recorrió 2.400 km para venir al Valle Medio en Río Negro, uno más de entre cerca de los 40 mil norteños de comunidades indígenas que vienen a trabajar en la fruticultura cada año, en la poda, el raleo y la cosecha. Uno más de los mal llamados “trabajadores golondrinas”, buscados por punteros que trabajan para las empresas, como la multinacional belga Expofrut S.A, Moño Azul y en sus tercerizadas como Agrocosecha -hoy Trabajo Argentino-, viven en las “gamelas”, galpones sucios ubicados en los campos, en condiciones pésimas de salubridad.

La noche del 5 de noviembre del 2011 fue con un grupo de trabajadores norteños a “Macuba” un boliche de Choele Choel, una localidad frutícola ubicada a la vera del Río Negro; en pleno baile y pasadas las 3, la policía lo retiro a los golpes y nunca más se lo vio. A partir de este hecho en el municipio de un poco más de 10.000 habitantes hubo un quiebre social, un antagonismo de entre quienes se sumaron en la pregunta que incomoda al poder local, ¿Dónde está Daniel Solano?, acompañando a su padre en el reclamo y entre la indiferencia siempre presente ante las injusticias.

Su pueblo en Salta también comenzó a preguntar por él y recurrieron a un abogado conocido de Tartagal, Sergio Heredia, quien decidió encargarse de la investigación junto con Leonardo Aparicio, entregando su vida personal y laboral. La hipótesis del caso tiene como trasfondo una muestra más de articulación histórica en el accionar del poder represivo en el país, la primer parte del expediente afirma: “Solano cobró el viernes por su trabajo de recolección de la fruta y que se dio cuenta de que en el recibo de sueldo faltaba plata. Se lo comentó a sus amigos, y a ellos les pasó lo mismo” y que “los dueños de la empresa Agrocosecha, Adrián Lapenta y Pablo Mercado, planificaron su muerte entre el viernes 4 de noviembre de 2011 y el sábado a la madrugada porque se enteraron que el lunes iría a reclamar a las oficinas por “reintegros” que le pertenecían de su último salario... no era una medida sindical, sólo un eventual reclamo: los trabajadores golondrina no tienen delegados ni están sindicalizados…Luego la justicia y los funcionarios locales habrían desviado la pesquisa, comprado testigos para hacer creer que Solano había desaparecido por cuenta propia, a “empezar una nueva vida en Neuquén”.

En la actualidad y tras sucesivos revés judiciales, la causa mantiene a siete policías procesados, acusados de secuestrar, golpear y asesinar al joven –aunque libres y trabajando-, tres de los cuales estuvieron presos y salieron en libertad en 2015 y a otros 15 acusados de encubrir el caso o violar sus deberes, entre los que se encuentran funcionarios públicos, empresarios y jueces. El pasado 19 de Febrero comenzó el juicio a los autores materiales tan esperado, las audiencias suman a 300 testigos para juzgar, por ahora, a los policías, autores materiales de su desaparición y posterior asesinato según indican las acusaciones de la querella. Las audiencias ya iniciaron y la ausencia de Gualberto es una perdida dolorosa y a la vez dificulta el avance en la causa al servir de excusa al poder para seguir escamoteando los juicios.

Hasta siempre Viejito...

Cuando pasaron 45 días de la desaparición de Daniel Solano, en la tercera manifestación Gualberto se descompensó y tuvo que ser traslado al hospital más cercano, a los seis meses se encadenó frente al juzgado penal de Choele Choel, a raíz de ello sufrió un cuadro de hipotermia. Sin respuestas a una causa que avanzaba encontrando pruebas se lo veía a Gualberto caminando las calles, en las marchas de cada mes con la misma incertidumbre. En 2013 junto a su familia y el abogado Sergio Heredia iniciaron una huelga de hambre que duró 15 días, llegando a una situación delicada, lograron entrevistarse con el gobernador Alberto Weretilneck, exigían que la justicia acelere las medidas probatorias.

A principios de este año, la ilusión de Gualberto Solano cobró vida luego que de que confirmase revisar el “Jagüel”, un pozo ubicado a 25 km del casco urbano de Choele Choel, donde estarían los restos de Daniel, tanto sus allegados y parte de la sociedad ponen buenas esperanzas en hallar al fin la verdad, en definitiva el simple hecho de poder trasladar los restos de Daniel a su Salta natal. La excavación y estudio está en marcha, sin embargo se descubrió que el pozo fue adulterado, todo el proceso que demandó la instalación de una empresa encargada de la excavación, antropólogos forenses y peritos fue un esfuerzo pagado por los abogados y la familia Solano, lo que demuestra una vez más una justicia elitista.

Derechos Humanos: una reflexión desde el campo nacional y popular

La desaparición de Daniel Solano se dio en un contexto de avance de conquistas nacionales y populares, unos meses después del abultado 54% con el que Cristina Fernández consolido su segunda presidencia. Un paradigma marcadamente contrapuesto al actual en muchos países del continente, con una derecha que le suma al saqueo de nuestros recursos, una escalada creciente de violencia política.

En nuestra Patria Chica, la muerte de Santiago Maldonado en manos de gendarmería nacional y Rafael Nahuel por prefectura demuestra ésta trama de complicidades, fueron víctimas de un régimen neoliberal que ampara a las fuerzas de seguridad en sus crímenes. No obstante pone a relieve una problemática histórica que actualiza el debate político, las ambiciones extranjeras sobre las tierras ancestrales de los pueblos originarios, el hostigamiento y la militarización de zonas en conflicto territorial con las multinacionales. En la Patagonia al pueblo Mapuche resiste hace 500 años.

De todo esto surge una pregunta, ¿Qué contrastes podemos encontrar en los casos de Daniel Solano, Rafael Nahuel y mucho más con Santiago Maldonado? La reacción popular ante estos últimos eventos trágicos no se hizo esperar y miles en todo el país, e inclusive el exterior, salieron a las calles y minaron las redes sociales con la pregunta ¿Dónde está Santiago? Una pregunta inquieta que impregnó en todo el campo popular y logró además conmover a buena parte de la prensa, la clase media y la opinión pública. Sin embargo, con Daniel Solano esto no ocurrió, estuvo al margen.

Muchos andamiajes del poder empresarial en cada realidad de la argentina profunda, como los que saca a descubierto este caso, siempre estuvieron vigentes y son las condiciones concretas de las injusticias que padecemos. Esta es una discusión que durante los 12 años de Néstor y Cristina no estaba a flor de piel de la agenda popular que se iba construyendo. La explotación del modelo oligárquico y el neoliberalismo se multiplica a partir de pactos con los gobernadores sometidos a la deuda empobreciendo la bastardeada premisa federal. En este sentido el “cambio” nos trae un desafío, ya que permite la denuncia generalizada ante las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, sabiendo también que en cada etapa histórica es un campo de lucha. Debemos correr ese horizonte.

Pero de nada sirve lamentarse, ante los criminales que detentan el poder debemos combatirlos, ocupar los espacios de una justicia contaminada por la maldita raza de explotadores y vencerlos en la política en cada paraje, municipio, pueblo en que sólo organizándonos para volver podremos concretar la grandeza nacional que anhelamos.

A Gualberto lo mató la injusticia, el poder judicial, la complicidad empresarial y política, igual que a Daniel, Justicia por Daniel Solano, justicia por Gualberto!

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