Oveja Negra

POR UN FEMINISMO POPULAR PARA LA JUSTICIA SOCIAL


09 de junio de 2021

Oveja Negra

Entrevista a Iris Pezzarini (militante de los feminismos populares, Directora de Articulación Integral de políticas de cuidado).

ON- ¿Por qué era necesario la conformación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad? ¿No alcanzaba con las políticas de género transversales a las esferas del Estado ya existentes?

Frente a las políticas neoliberales adoptadas por el macrismo, a mi entender hubo dos o tres fuerzas muy visibles que salieron a las calles con real masividad, creo que uno de esos sujetos políticos y muy contundente fue el movimiento de mujeres y diversidad. Si bien la lucha feminista viene de hace muchos años atrás, fue un punto de inflexión ganar las calles en los últimos cuatro años.

Cuando Alberto y Cristina llegan al gobierno por medio del Frente de Todos no solo escucharon las demandas del crecido y políticamente profundizado movimiento popular feminista, sino que también decidieron transformarlas en institucionalidad democrática y en políticas públicas. Esto se tradujo en la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Jerarquizar con rango de ministerio temas profundamente vinculados a las mujeres, géneros y diversidades permite transversalizar con otros organismos desde un mismo nivel de igualdad posibilitando mayores acuerdos y también permite llevar con voz propia la agenda feminista al gabinete nacional. Además de posibilitar un presupuesto mayor.

A un año y medio de iniciarse ese camino, y considerando el complejo contexto a nivel mundial a raíz de la pandemia, considero que se han creado desde el Ministerio una batería importante de herramientas (programas) que tienden a dar respuesta a las demandas prioritarias de los territorios  como son las violencias por razones de género, la inclusión socioeconómica a travestis y trans, apoyo económico y técnico para fortalecer proyectos socioproductivos que estén desarrollando organizaciones sociales conformadas por mujeres o LGBTI+, el abordaje de la desigual organización social de los cuidados y como esta impacta principalmente en las mujeres y diversidades de los sectores populares reproduciendo los ciclos de feminización de la pobreza.

El Gobierno Nacional y el bonaerense han decidido priorizar y jerarquizar la política de igualdad de géneros de un modo contundente e indiscutido. Esa decisión implica revalorizar el rol del Estado, lo público y las luchas populares.  Indiscutidamente, una vez más, un gobierno peronista lo hace, ¿no?

 

ON- Ya hace poco más de un año se conformó la Mesa Interministerial de Políticas De Cuidado. ¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidado y a qué políticas se refieren?

Si bien considero que no estamos en un momento fundacional de creación de políticas públicas de cuidados, es innovadora la perspectiva de cómo mirar y ampliar esos márgenes de derecho. De alguna manera, sin haberlos denominado como lo estamos denominando ahora (desde el punto de vista feminista), existieron precedentes de otras políticas de cuidado en gobiernos populares anteriores. Es importante ir construyendo un relato donde podamos analizar y abordar la organización social de los cuidados en clave situada, en clave nacional, pero también en clave de los feminismos populares. Siempre aprendiendo de las experiencias regionales, tomando sus lecciones y sus aprendizajes, pero situándolas a la realidad de nuestro país tan extenso y federal.

La Mesa se crea con el objetivo de revisar y de potenciar de manera conjunta, las políticas de cuidado para la Argentina. Se trata nada menos que de 15 organismos nacionales que se sientan en una misma mesa, auspiciada desde Presidencia y coordinada por el MMGyD. La misma se propuso una primera instancia de aproximar miradas sobre la temática. Poner en valor lo que ya existe, revisarlo y ver la reformulación o implementación de políticas integrales superadoras pero que deban anclarse en clave igualitaria. Los organismos nacionales que conformamos esa Mesa son: el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, el Ministerio de Desarrollo Social; el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social; el Ministerio de Educación; el Ministerio de Salud; el Ministerio de Economía, el Ministerio de Desarrollo Productivo; el Ministerio de Obras Públicas; PAMI; ANDIS; ANSES; AFIP; INDEC; INAES y el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales. Todos, más explícitamente o menos, llevan acciones que inciden en el universo de los cuidados. No quiere decir que no trabajemos con otros por fuera de la Mesa, pero son cuestiones más puntuales.

Este trabajo articulado entre diferentes organismos es muy valioso, pero no significa que sea sencillo. Las estructuras estatales están impregnadas de concepciones y prácticas patriarcales desde su origen mismo, pero hay voluntad política y hay funcionarixs comprometidxs con actitud y convicción militante de trabajar para revertir esta injusta feminización en relación a los cuidados que venimos arrastrando hace tanto tiempo.

 

 

ON- Toda sociedad a lo largo del tiempo ha llevado adelante estrategias de cuidados sobre la parte de su población que así lo requiere por edad, capacidad o condición. La mayoría de ellas ocurren en el entorno familiar o comunitario. ¿Por qué le interesa al Estado intervenir en esos ámbitos?

El rol del estado es fundamental si realmente queremos producir transformaciones estructurales en las vidas de los sectores más postergados. El origen de esta desigual distribución en relación a los cuidados podemos remontarla al momento histórico que identificamos como inicios de la división sexual del trabajo, que, de la mano del desarrollo del capitalismo, fue ubicando a los varones en la esfera productiva pública y a las mujeres en la órbita de lo reproductivo, provocando que las tareas de cuidado recayesen mayoritariamente sobre las mujeres.

Digo “sobre las mujeres” porque el primer planteo fue bien binario. Hasta hoy persisten todavía sesgos de esa primera división, con una fuerte huella binaria. A las tareas de cuidado no se las nombraba como tales, aunque siempre existieron, y sabemos que son tareas que implican esfuerzo, tiempo y son un trabajo, y resultan esenciales para el sostenimiento de nuestra vida.

En un momento inicial solo quedaban dentro de la órbita privada de la familia, no se las discutía públicamente. La decisión sobre la distribución de las tareas de cuidado quedaba librada, más que nada, a la esfera privada de las familias o hacia dentro de cada organización. Es decir, sin tanta participación del Estado. Sin embargo, a través del avance del movimiento feminista y del sindicalismo y la traducción política de diversos gobiernos populares que nos antecedieron, sobre todo el primer peronismo y los gobiernos de Néstor y Cristina, las tareas de cuidados fueron tomando mayor peso en la mirada pública. El Estado fue construyendo nuevos dispositivos para atender estas cuestiones: nuevos marcos legales, andamiajes institucionales y esquemas de protección social. Podemos ver estas acciones en la labor iniciada por Eva Perón respecto a la niñez, a personas mayores, a personas con discapacidad, a trabajadoras de casas particulares.

Luego, un montón de proyectos legislativos que abonaron a estos avances. Desde el último ciclo del 2003 al 2015, la sanción de la Ley de protección integral de niñez y adolescencia, planes y leyes de inclusión previsional, programas de formación en cuidados domiciliarios y la Asignación Universal. Son muchos los antecedentes que hay en esta línea. Todo esto ha ido generando un caudal de políticas y experiencias que son reconocidas y puestas en valor. Pero que también creemos que debemos seguir avanzando para consolidar superadoras políticas activas de cuidados, pero en forma integral, federal, multisectorial y lo que a nosotrxs más nos interesa, desde una perspectiva de igualdad y corresponsabilidad entre todas las identidades de género y con un rol central del estado en la regulación de los diferentes sectores que inciden en la organización social de los cuidados. 

Estos antecedentes que fui describiendo fueron quizás más focalizados, o tuvieron en cuenta la necesidad de algunas de las etapas o cursos de la vida donde se requieren cuidados en mayor intensidad u otras, como por ejemplo las leyes previsionales, las cuales han atendido específicamente a las personas que históricamente ha brindado los cuidados. Pero ninguna de estas políticas públicas ha podido lograr todavía en su formulación un enfoque integral, igualitario y sistémico, lo cual produce por un lado que se reproduzca la dispersión o fragmentación de las acciones como así también la reproducción de la feminización del trabajo de cuidados.

Creemos que hoy es posible dar un salto cualitativo en la problemática, orientado a recuperar lo existente, a integrarlo y ampliarlo, pero muy fuertemente a pensar políticas públicas que visibilicen, reconozcan, jerarquicen, remuneren y -la meta más fuerte y más ansiada- que distribuyan igualitariamente las tareas de cuidados.

Lo ha dicho nuestro Presidente en su discurso ante la Asamblea legislativa, que habla de reducir a través de diferentes instrumentos las desigualdades de género (económicas políticas y culturales), donde pone énfasis en las cuestiones vinculadas al cuidado frente a muchas desigualdades, y donde habla del trabajo doméstico mencionando que recae sobre las mujeres.

Las tareas de cuidados recaen casi exclusivamente en nosotras -bajo un paraguas de excusas erróneas que responden al mandato patriarcal-, sosteniendo la estructura económica y social de nuestra sociedad. Determinantes en la feminización de la pobreza, el tiempo y la energía que las mujeres dedicamos a las tareas de cuidados impacta en nuestras posibilidades de acceder al ámbito educativo y laboral remunerado, participar y emanciparnos con libertad y en igualdad de condiciones.

Las crianzas, el cuidado de adultxs mayores y personas con discapacidad, garantizar la comida y la higiene diaria, acompañar las tareas educativas y las necesidades de salud, entre muchas otras a nivel familiar y comunitario, recaen en mujeres y otras identidades feminizadas de todas las edades, con un impacto muy mayor en las mujeres y diversidades de los sectores populares. Uno de los aspectos que más nos preocupa abordar desde el estado. La pandemia recrudeció esta realidad, pero no hizo más que visibilizar una cuestión fundamental: el sector de cuidados es, al mismo tiempo, el más invisibilizado y desprotegido -ni reconocido ni remunerado-, y el de mayor peso en la sostenibilidad económica de un país.

Es necesario poner el foco en la complejidad del universo de los cuidados y los intereses en disputa cuando abordamos la organización social de los cuidados -desde lo económico, lo cultural y lo social-, porque es uno de los huesos causales de la desigual distribución económica”, es necesario reconocer los cuidados “como una necesidad, un trabajo y un derecho”, y aclara que esto abarca “tanto el derecho a ser cuidadxs como a cuidar en condiciones de trabajo digno con las protecciones y coberturas justas.

 

ON- Como se desprende de lo que describís, las tareas del cuidado recaen casi exclusivamente sobre las mujeres u otras identidades feminizadas, las mismas han sido a lo largo del tiempo entendidas como “naturales” para esta parte de la población, particularmente para los sectores más pobres. ¿Se verifica esto en la práctica o es un prejuicio construido?

El punto de inflexión es poner en foco y en clave igualitaria la población que, hace muchísimo tiempo, brinda cuidados en diferentes ámbitos. Reconocerlos como un trabajo implica cuestionar y poner en diálogo dimensiones culturales como las biografías personales intergeneracionales, barriales, comunitarias, estatales y del mercado, pero también, y, sobre todo, replantearnos la distribución económica.

La situación de pandemia y el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio agudizó la situación ya crítica de las mujeres en relación a los cuidados: no solo que las tareas se multiplicaron, sino que también significó, para muchas, una precarización aún mayor o el riesgo permanente a ser contagiadas por la imposibilidad de no salir a trabajar.

Esto que tanto advertíamos y temíamos de un posible estallido de la organización social de los cuidados ha pasado, está sucediendo ahora… por un lado, evidencia lo pendiente, pero, por otro, hizo que se visibilicen mucho más. Entonces, me parece que, la primera tarea de visibilizar esas tareas ya está sucediendo y, después, reconocerlas como trabajo, y ese es un primer piso que debemos profundizar: reconocerlas como trabajo significa hacerlo en cualquier ámbito y relación que sucedan. Esas tareas de cuidados se pueden dar dentro de una red familiar, afectiva, comunitaria o laboral de sector estatal o privado… el tema es que, como Estado nacional, tenemos que garantizar esos cuidados más allá de contar con una red afectiva o no, sobre todo para quienes no cuentan con la posibilidad económica de costear esos cuidados en forma privada. Ahí está el rol clave del Estado como lo concebimos dentro de nuestro proyecto nacional popular, que es ampliar los márgenes de derechos para los sectores más postergados

Una vez más como en otras crisis de nuestro país, [la pandemia] puso de manifiesto la potencia, la fuerza, la capacidad territorial que tienen las organizaciones sociales y políticas para ponerse al hombro y sostener estas organizaciones vitales en los barrios. Y ahí están en juego los cuerpos de las compañeras, porque, tanto en 2001 como ahora, se ven ellas sosteniendo esto en el día a día, al frente de todos los dispositivos. Sabemos el desgaste que genera, entonces, es más que necesario el reconocimiento y la redistribución igualitaria

¿Qué cuerpos aparecen? ¿Quiénes están mayoritariamente en esas ollas populares, en esos merenderos, en esa asistencia a lx vecinx que necesitaba ir a hisoparse o necesitaba aislamiento? De nuevo aparecen los mismos cuerpos que en el 2001, aparecen los cuerpos de las compañeras sosteniendo todo eso que es cuidado dentro del ámbito comunitario. Y esa es una dimensión que necesitamos profundizar, que no está tan estudiada. Es necesario seguir indagando en la dimensión comunitaria porque es un ámbito donde sí o sí se cruzan muchas variables, y se cruzan también ciertos prejuicios y estigmatizaciones y también a menudo romantizaciones acerca de las políticas sociales, en relación muchas de las compañeras que sostienen esos espacios.

Podría ser interesante indagar también cómo es esa distribución de tareas hacia adentro de las organizaciones donde estas compañeras se insertan (nuestras organizaciones). Para preguntarnos sobre ese rol que muchas veces pareciera dejar cristalizadas a algunas compañeras en ese lugar de “encargada de las ollas”, de los merenderos y demás. ¿Por qué no se alterna? ¿por qué no se redistribuye ese rol en lo comunitario tampoco? Quizás son preguntas incómodas, pero asumir desafíos de transformaciones profundas y justas las ameritan.

 

ON- La pandemia ha puesto de manifiesto que asistimos a un cambio de etapa en las formas que las relaciones capitalistas se manifiestan a nivel global. En ella los Estados Nacional y las construcciones comunitarias son puestas en jaque por el Capital. ¿Cómo opera esta coyuntura en la división sexual del trabajo, sea este remunerado o no, se agudizan las desigualdades?

En los sectores económicos más privilegiados, las tareas de cuidado se tercerizan si no se desea realizarlos o no se puede afrontarlas, más allá que la feminización de este trabajo se sostenga porque al pensar en alguien a quien contratar se sigue pensando en una mujer. En los hogares que no cuentan con ingresos económicos para contratar los servicios de cuidados que se necesitan para la organización de la vida diaria, esas tareas se superponen con otras en interminables jornadas de trabajo intenso sin límites, limitando la realización de otras actividades laborales, educativas, deportivas, de esparcimiento o de participación o si se consiguen reemplazos es a través de redes entre vecinas, hermanas, abuelas o hijas mayores. En este sentido, se torna crucial la posibilidad de contar con servicios de cuidados de índole pública distribuidos en todos los sectores de la ciudad, pero, sobre todo, en los que menos posibilidades tienen de acceder a servicios privados.

La distribución injusta de la organización social de los cuidados tiene dos consecuencias visibles: la brecha salarial y las situaciones de violencias, como ese hilo invisible cotidiano que no se ve, pero que, acumulándose en el tiempo, va aumentando la brecha o conduce a violencias de género: En este sentido, debemos poner en reflexión cómo nos organizamos respecto a los cuidados en espacios culturales como son nuestros hogares, nuestras organizaciones, nuestros barrios, donde, muchas veces, se legitiman prácticas y dinámicas estereotipadas que derivan de mandatos de un sistema patriarcal y donde la desigualdad de esa base silenciosa e invisible no se logra evidenciar antes de que estalle en una violencia más explícita o sigue reproduciendo, de generación en generación, lo que llamamos feminización de la pobreza

 

ON- El Ministerio está implementando el Programa Acompañar, ¿de qué se trata?

Es el principal programa del Plan Nacional de Acción contra las Violencias. Es una herramienta para pensar ese abordaje integral desde un cambio de paradigma que queremos propiciar sobre las violencias. Hay que acompañar con un abordaje integral, pero necesariamente el Estado tiene que estar ahí al lado haciendo un aporte económico, para que tenga un nivel de autonomía económica que le permita recuperar un proyecto de vida autónomo para poder salir de una situación de violencia por motivos de género.

La inversión presupuestaria del Gobierno Nacional en este programa es muy grande. Cada titular del programa puede cobrar el valor de un salario mínimo vital y móvil por seis meses que es compatible con la AUH, la AUE, el monotributo social y con el régimen de casas particulares.

 

ON- ¿En qué instancia se encuentra el proyecto de Ley sobre un Sistema Nacional de Cuidados? ¿De qué se trata el mismo?

La redacción del proyecto de ley que se presentará desde el poder ejecutivo está avanzada, lo está realizando una comisión técnica designada para tal fin, con la conducción política de la mesa interministerial de políticas de cuidados según los ejes específicos que se van abordando en el mismo.

Estamos convencidas que las políticas de cuidado son una inversión a mediano y largo plazo de reconocimiento y de generación de trabajo y de empleo: la economía del cuidado es una matriz que debemos transformar fuertemente en nuestro país y el primer paso es reconocerla como trabajo. Y el Estado es clave, pero requiere de la participación activa de toda la sociedad y que todo el pueblo se apropie de ese debate y participe. Por este motivo estamos desarrollando una Campaña Nacional Cuidar en Igualdad, donde se realizan Parlamentos Territoriales de Cuidados en cada provincia con sindicatos, universidades, organizaciones sociales, organizaciones políticas, educativas, sanitarias, cámaras empresarias, cooperativas… Esa construcción política territorial es en la que creemos y apostamos a que nutran las decisiones ejecutivas y legislativas en la materia.

 

ON- Durante los gobiernos de Néstor y Cristina hubo una complementación, no siempre armónica pero sí muy enriquecedora, entre los ministerios y las organizaciones territoriales. ¿Cómo es el vínculo entre el Ministerio y las organizaciones feministas en los territorios? ¿Son vista como la polea de trasmisión de la política pública, son simplemente aliadas territoriales, o son un insumo para pensar la planificación estatal?

El ministerio trabaja codo a codo con las organizaciones sociales, de hecho muchas compañeras que integramos el equipo político del ministerio somos militantes de hace muchísimos años. Confluimos en él desde diferentes espacios agrupados en el marco del FdT. Algunas venimos del peronismo y kirchnerismo y otras compañeras provienen de espacios más de izquierda.

Los reclamos de las organizaciones son vitales y siempre han obligado a ser más creativos en la gestión pública y eso está buenísimo. La participación de las organizaciones feministas permite, empujan y exigen mirar con otros ojos las dificultades que tenemos en la Argentina en términos de desigualdades profundas y pensar juntxs nuevos paradigmas y herramientas para generar cambios estructurales.

EL feminismo popular aporta un deseo instituyente de construir nuevas formas de organizar la vida toda, que cuestionen la delimitación entre lo que se entiende socialmente como público y privado. El ejercicio del poder político aparece en el Estado, en las empresas, en las casas, en las comunidades y en los espacios colectivos y la forma de ese ejercicio y su distribución los feminismos lo ponen en cuestión.

Desde el MMGyD se tiene diálogo permanente con consejos de la sociedad civil y con organizaciones libres del pueblo. El Estado y la política pública se construyen reconociendo a la comunidad organizada e interactuando para que las medidas que se tomen se nutran de las demandas, de las iniciativas, de las propuestas de todos los sectores que interactúan en esa comunidad.

El feminismo popular lleva adelante una agenda de reclamos muy rica y amplia vinculada a los derechos de las mujeres y diversidades en muchos ámbitos, y también plantea reconocer y combatir las desigualdades sociales. Es un feminismo al que abrazamos y que debía llegar al estado en todos sus niveles.

 

ON- ¿Qué balance realizas de las luchas feministas desde la irrupción en la agenda pública más visiblemente como los colectivos del “Ni Una Menos” y los “Encuentros Nacionales de Mujeres”? ¿El peronismo tiene alguna deuda pendiente con las luchas feministas?

Ese proceso es imparable. Maravilloso. Creo se trata de uno de los principales motores que tiene la actualidad para lograr un profundo cambio social. El movimiento del feminismo popular en particular, es una fuerza tan viva, activa y potente que difícilmente pueda ser parada. El avance y las transformaciones que va logrando el feminismo popular no tiene vuelta atrás. Y cuando esa inmensidad se encuentra con la voluntad de un gobierno puede producir cambios profundos y a largo plazo.

La multidimensionalidad y transversalidad de sus ámbitos de actuación es un rasgo relevante del movimiento. Aporta pensamiento crítico. Aporta al conjunto de la sociedad un prisma singular desde el que analizar y ver el mundo, porque las mujeres y diversidad constituidas como sujetas activas cuestionan e interrogan a la sociedad y a ellas mismas sobre lo que son, lo que hacen, sobre la organización social y el mundo que les rodea. Se da entonces un proceso colectivo de reinterpretación de la realidad, de elaboración de nuevos códigos y significados para interpretarla. Devela, destapa, pronuncia,acciona, transforma.

 

ON- Como militante política, si tuvieran que condensar todo lo expuesto en esta breve entrevista en una consigna, ¿cuál sería?

Repetir que realmente creo que el proceso de los feminismos populares es imparable y que se trata de uno de los principales motores actuales del cambio social. Y que renueva la esperanza que un futuro más justo es posible.

Porque ese movimiento en conjunción con un ideario peronista anclado en la tradición nacional y popular implica la referencia a la construcción de una patria justa, libre y soberana, a través de un Estado garante de derechos. Estos feminismos –con sus tensiones-  recuperan las experiencias de los primeros peronismos, la lucha de Madres y Abuelas, las experiencias kirchneristas, la resistencia y confrontación al crudo neoliberalismo macrismo. “Un feminismo popular para la justicia social”.

 

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