Oveja Negra

DE WALKING DEAD AL CORONAVIRUS


30 de marzo de 2020

Oveja Negra

El reacomodamiento del poder económico y político mundial a partir del miedo y la emergencia sanitaria

Por Maximiliano Peluso *

 

Viernes 3:00 a.m.. Hace ya unas horas que comenzó la cuarentena. Ocasionalmente, un colectivo vacío o un patrullero circulan por la calle desierta, el resto del tiempo, silencio. Mientras preparo con paciencia unos mates para matar el insomnio, me acuerdo de la serie The Walking Dead, interpelándonos, desde la ficción, sobre qué pasaría si un día algo alterara a la humanidad tal como la conocemos y de repente, las calles se volvieran algo ajeno, solitario, deshumanizado.

Esta serie plantea un futuro post apocalíptico, con zombies (creados por la infección de algún virus) en las calles, y la humanidad desterrada a vivir en una especie de nuevo salvajismo tribal, acosada por una horda de no muertos, y por lo desconocido que acecha a la vuelta de cada esquina.

Si bien esto no tiene nada que ver con la situación actual, no es menos cierto, entre otras cosas, que la presentación que se está haciendo del virus, desde los medios masivos de comunicación, estaría ligado bastante a un presente cuasi de película, donde el principal enemigo es nuestro vecino, y donde la enfermedad acecha en cualquier rincón del afuera.

Sacando de lado la ficción, los zombies o cualquier teoría conspirativa, la situación presente resulta sino disparatada, al menos un tanto exagerada. Al principio esta exageración es una sensación, pero a la sensación hay que apoyarla con datos, así que me dispuse a hacer un pequeño recorrido en los datos epidemiológicos disponibles, no tanto para el coronavirus (de los cuáles aún no hay muchos disponibles), sino de eventos parecidos como la neumonía o las enfermedades tipo influenza (ETI).

Las ETI son infecciones virales agudas distribuidas mundialmente. Existen tres tipos del virus tipo influenza: A, B y C. El tipo A es el que tiene mayor capacidad de generar pandemia con 144 combinaciones posibles (puede ir desde H1N1 a H16N9). Como la influenza, el coronavirus se caracteriza por su alta transmisibilidad y su capacidad de mutar rápidamente.

El coronavirus comparte algunas similitudes con la gripe y las (ETI). En primer lugar, tienen presentaciones clínicas parecidas, presentando enfermedades respiratorias que pueden ir desde casos leves hasta casos graves seguidos de muerte. En segundo lugar, ambos virus se contagian por contacto, siendo las conductas higiénicas de prevención (lavado de manos y toser sobre el pliegue del codo) las acciones más importantes para prevenir las infecciones tal como aconseja el Ministerio de Salud de la Nación.

Nuestro recuerdo más cercano de una pandemia de influenza tipo A fue la famosa H1N1 de 2009, la gripe porcina, la cual se extendió durante ese año por más de 200 países, causando en total unas 15.921 muertes (y un negocio fabuloso para las industrias farmacéuticas que vendían el Tamiflu).

Como para tener una dimensión del problema, las enfermedades del sistema respiratorio son la causa más frecuente de consulta a los servicios de salud y de ausentismo escolar y laboral. En Argentina, por ejemplo, son la tercera causa de mortalidad de menores de un año. Y la cuarta en población económica activa de entre 20 y 64 años.

Durante la pandemia de H1N1 en Argentina se registraron 1.495.134 casos notificados de influenza tipo A, de los cuales solo 11.978 resultaron positivos para H1N1 (se hicieron 28.344 test de gripe A), confirmándose 617 muertes por esta causa, haciéndose sentir con mayor fuerza en el grupo etario de 50 a 59 años. Yendo un poquito más lejos, en Argentina mueren aproximadamente 32.000 personas al año por enfermedades tipo ETI y neumonía.

Después de este pequeño recorrido, la insatisfacción aumenta, y se antepone con urgencia una posible pregunta: ¿qué otras cosas han cambiado respecto a la pandemia de H1N1 o la del SARS que hacen imprescindibles la cuarentena y el encierro en esta ocasión?

Esta pregunta no intenta ser una perogrullada, pues lo que salta a la vista es que al día de hoy no se tienen evidencias claras o concluyentes, aún, de la letalidad del coronavirus en comparación con otras enfermedades respiratorias. Por el momento todo lo que se conoce son tendencias, y será la epidemiología la que irá explicando porqué en algunos países hubo mayor mortalidad y contagiosidad que en otros lugares (por ejemplo, la Lombardía italiana), tratando de distinguir no sólo las causas de la enfermedad en sí misma, sino la capacidad de respuesta de los sistemas de salud, estado epidemiológico de la sociedad en general, estudio por grupos, etc.

Con el cuadro de situación presente, y con datos no tan concluyentes, la cuarentena parece desproporcionada en cuanto a que el remedio parece mucho más catastrófico que la enfermedad en sí misma, teniendo en cuenta que las medidas preventivas son las mismas, y que la enfermedad no pareciera comportarse de manera tan diferente a una gripe o ETI. Más aún, con las consecuencias económicas que tendrá para la sociedad toda.

Desde lo político uno podría entenderlo. Hoy se cuentan los muertos y se muestran imágenes de féretros en iglesias tanto en España como en Italia, lo cual asustaría de plano a cualquier ciudadano, aún más a cualquier político. Imaginemos, por un momento, que hubiera pasado si el año pasado se hubieran contando los 32.000 mil muertos en tiempo real durante el invierno…

La cuarentena, se justifica entonces, por la posibilidad de que el sistema de salud gane el tiempo suficiente que le permita prepararse para lo peor. No obstante resulta insatisfactorio, sobre todo si se tiene en cuenta que la saturación se va a producir de todas maneras. El año pasado, en la semana epidemiológica 26 se notificaron más 100.000 consultas por infecciones respiratorias. O sea, esta situación no es nueva. No obstante, se arguye que lo más complicado es la falta de respiradores para atender tantos casos graves. La realidad marcará entonces los puntos de aciertos o desaciertos de estas medidas.

En esta situación lo económico es un factor determinante. Si bien muchos van a perder (pequeños comercios y pymes), con la consecuente destrucción de empleos, unos pocos van a ganar, aquellos con mayor capacidad de sostenerse ante la crisis, generando así, concentración del capital y reacomodamiento de sectores en un nuevo escenario productivo global. Se pueden vislumbrar algunos ganadores, pero por ahora sería sólo una especulación.

El miedo también va a cambiar muchas cosas en el mundo post coronavirus. La restricción de los viajes al exterior, la emigración, el cierre de fronteras para proteger industrias y personas, etc., van a ser políticas que vean más a menudo en este mundo cuya globalización, al menos hoy, se está poniendo en discusión.

Cómo contrapartida, una mayor presencia del estado, y un mayor control de la población es algo a lo que quizás tengamos que acostumbrarnos de mala gana. Si bien esto es, por ahora, una hipótesis, hay muchos indicios de que las cosas no van a ser como antes, y de que los estados están recortando las libertades individuales.

La única certeza presente son los interrogantes acerca de nuestro futuro próximo. Por el momento solo esperamos no tener que cabalgar por Atlanta para escapar de una horda de infectados. La historia dirá si esta pandemia fue una impericia internacional o si realmente estamos ante las puertas de un mundo en cambio. Por ahora solo resta quedarse en casa.

Fuentes

  • http://www.msal.gob.ar/saladesituacion/boletines_epidemiologia/pdfs/BEP45_IRA_int-WEB.pdf
  • https://www.argentina.gob.ar/salud/coronavirus-COVID-19

 

* Maximiliano Peluso es antrólogo, especialista en Salud Pública. La nota original fue publicada en www.tqhdigital.com.ar

 

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