Oveja Negra

Vidal y los orientales de George Orwell


02 de junio de 2018

Oveja Negra

por Daniel Ezcurra * 

 

En nuestras academias, aun hoy, podemos encontrar un mas o menos solapado menosprecio al aporte brindado por pensadores como Jauretche o Scalabrini Ortiz a nuestra comprensión del mundo y de la colonialidad del saber y del poder.

El señalamiento profundo y brutalmente desmitificador de proposiciones como «civilización o barbarie» fueron negadas y/o folcklorizadas justamente por su aporte a la tarea de iluminar y conmover la razón epistemológica de la dominación.

La construcción del conocimiento desde la irrupción europea en América, siempre ha estado tensionada entre el mantenimiento del status quo y el abono a la tarea emancipatoria. 
Esta tensión no es privativa de nuestro continente, sino que se manifiesta en todas las sociedades del, antiguamente, llamado tercer mundo: Oriente, Asia, Africa y América.

En el mismo momento que la gobernadora María Eugenia Vidal lanzaba su particular visión sobre la relación entre pobreza y educación superior, me encontraba repasando, para una clase, un texto del palestino criado en Egipto Edward Said. 
En ese trabajo, Said cita una maravillosa descripción de George Orwell (nacido en una colonia de la india y tal vez por eso fuertemente crítico al imperio colonial inglés) de 1939 para ilustrar como ven al «otro» los que se consideran parte de una cultura o una clase superior.

La naturalización perversa de la desigualdad enunciada por Vidal, su bestial negación de la movilidad social ascendente para los más humildes, reconoce ese mismo desprecio nacido de la mezquindad, la ignorancia y el miedo. «¿Son ellos realmente de la misma carne que tu? Tienen siquiera nombre?» les hace preguntar Orwell a los observadores lejanos del sujeto colonial oriental.

Cuando Vidal habla del modo que habla no describe neutralmente, sino que hace una interpretación evaluativa que construye un sistema de autoridad. Y esa autoridad basada en la desigualdad niega al otro, generalizando sobre él atributos inmodificables y negativos que congelan cualquer posibilidad de superación y de autonomia. Tal como lo hace el pensamiento colonial.

Lo que es obvio pero necesario de recalcar, es que si no hay autonomia hay tutelaje e infantilización de l@s sujetos. Ese tutelaje para una supuesta sociedad infantil que no sabe lo que le conviene se llama Cambiemos. De allí el «les hicieron creer» -a ustedes que no saben- (por ejemplo) que hacian falta universidades en el conurbano...

Cambiemos es la manifestación argenta y tardía de «La carga del hombre blanco» de Kipling. Es la segunda campaña del desierto anunciada por Esteban Bullrich. Y ese desierto ya no es un espacio físico a ocupar sino un espacio político cultural que es necesario dejar atrás: los «70 años de peronismo».

Cambiemos tiene un sueño. El mismo que tienen las clases dominantes desde 1955. 
Y para cumplirlo lo enuncian en voz alta. Como María Eugenia Vidal en estos días: Un país sin universidades para los sectores populares. Y en nombre de la civilización, como Kipling, se proponen:

«...Enviad adelante a los mejores de entre vosotros,
...para servir, con equipo de combate,
a naciones tumultuosas y salvajes,
vuestros recién conquistados y descontentos pueblos, Mitad demonios y mitad niños...
Llevad la carga del hombre blanco.»

Ese sueño es perturbado por una certeza. El sujeto negado y despreciado siempre encuentra el cauce para decir su palabra.

 

* Historiador. Coordinador General del Centro de Estudios en Políticas de Estado y Sociedad (CEPES)

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