ROMPIENDO LOS PACTOS DE CABALLEROS
20 de mayo de 2019
A pesar de la mentada promesa de campaña que rezaba “no vas a perder nada de lo que ya tenés”, los recortados no fueron únicamente los derechos conquistados en la etapa más reciente del proceso encabezado por Néstor y Cristina Kirchner, sino que también el gabinete de las corporaciones económicas ha tenido la osadía de retrotraer la situación de numerosas áreas públicas a una etapa previa a 1945.

Desde la asunción de Mauricio Macri en diciembre de 2015, hasta el día de la fecha, los retrocesos que ha sufrido nuestra población, parecen incontables. Algunos de estos golpean directamente sobre las problemáticas que atravesamos las mujeres e identidades diversas: desmantelamiento del Ministerio de Salud; recorte presupuestario al Instituto Nacional de las Mujeres (INAM); disminución de partidas fundamentales para la prevención, atención y erradicación de las violencias contra las mujeres, como el Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia (PNA) y las líneas de telefónicas de atención a víctimas de violencia que dependen del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
En un contexto que únicamente parece asimilable a la narrativa encapsulada en una máquina del tiempo que nos traslada de súbito a épocas en las que los mandatos de una colonia al servicio de los intereses foráneos era ley sobre los legítimos reclamos de su pueblo, resulta difícil imaginar un contador de conquistas o avances que nos permitan retener algunos de los derechos adquiridos, o elevar el piso de los mismos. Sobre todo, para la parte de la población que creció al calor de gobiernos que miraron con ojos favorables los reclamos justos de porciones de pueblo organizados. Cómo lograr arrancarle al equipo de CEOs que manejan los tristes destinos de nuestro país hoy en día un trozo de justicia, parece una incógnita a resolver, de la cual ni siquiera las organizaciones políticas y sindicales más arraigadas y representativas ostentan tener una fórmula que permita arrojar resultados favorables.
El derrotero de retrocesos tiene, sin embargo, una contracara que tampoco pueden explicar las voces masculinas que, salvo por honrosas excepciones, hegemonizan el poder a disputarse en los próximos meses: en sólo 3 años de curso del peor gobierno que las nacidas y los nacidos en democracia hemos vivido, el movimiento feminista ha sabido instalar en agenda numerosos reclamos, de los cuales también supo construir un grado de concreción real.
Podríamos enumerar al pasar algunas conquistas. Una fue la ley de conformación paritaria en las listas electorales, que busca garantizar la paridad de género en los órganos legislativos. También se sancionó la “Ley Brisa”, que consiste en un Régimen de Reparación Económica destinado a niños, niñas y adolescentes cuyas madres hayan sido víctimas de femicidio. Otro logro fue la “Ley Micaela”, que establece el “Programa Nacional Permanente de Capacitación Institucional en Género y Violencia contra las Mujeres”, el cual implica formación y capacitación en perspectiva de género para los tres poderes del Estado y los organismos descentralizados. Incluso la media sanción histórica en el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, puede considerarse un inmenso avance, pues el debate fue acompañado por millones de cuerpos trasnochando en las plazas públicas de todo el país y aunque nos lamentemos de que aún no sea ley, no podemos dejar de lado que faltaron solo siete votos en el senado. Pero, bien sabemos, ninguna norma es suficiente por su simple existencia, menos cuando el presupuesto para el año que corre contempla que nuestros cuerpos, nuestros derechos, nuestras vidas, tiene un valor de $11,36.-
El fortalecimiento del conjunto de mujeres e identidades de género no heteronormadas ha construido un paradigma en el cual ya no hay lugar para que los medios de comunicación, las unidades académicas, los sindicatos, y toda porción de comunidad más o menos organizada, sigan llamándose al silencio o se valgan de una mirada indiferente que les permita hacer oídos sordos a lo que fue pasando en las calles. Marchas multitudinarias, palabras que plagaron las redes sociales y el primer paro de actividades realizado al gobierno de Macri, fueron obra de un sector que se negó a resignar al olvido sus luchas o a posponerlas para cuando, más adelante, los resortes del poder vuelvan a estar manejados por las manos amables de un peronismo caracterizado por hacer realidad efectiva aún esos reclamos que no formaban parte de su plataforma electoral inicial.
La marea verde durante los debates por la Interrupción Voluntaria del Embarazo tuvo como particularidad la inminente llegada de una nueva generación a las calles, esa a la que nombramos “las pibas”, con nuevas propuestas de organización popular antagónicas con las tradiciones políticas ¿Cómo articulamos las organizaciones con este movimiento? ¿Cómo hacemos que se sientan parte de la historia militante y no meras activistas de algunas causas ajenas a la política?
Transitamos un 2019 cargado de las esperanzas que nos presenta la posibilidad de volver a reconstruir los cimientos de una patria justa.
El feminismo nos enoja, nos salva, nos corre del sentido común, pero es una obligación militante transformarlo en política ¿Cómo construimos feminismos capaces de seguir confrontando con el sistema neoliberal que nos gobierna? ¿Cómo articulamos las luchas del feminismo popular con la resistencia al saqueo económico? Nos urge recuperar el Estado para hacer efectivas y continuar nuestras conquistas, para ello necesitamos más voluntad militante que nunca.