OCTUBRE: LA PATRIA EN PELIGRO DEBE AMENAZAR CON FLORECER
10 de julio de 2017
Como sátrapa en Hamburgo andaba el inefable Mauricio Macri en la cumbre del G20. Recibido bajo el abucheo réprobo de la corrupción que envuelve a su gobierno, los negocios que caracterizan su historia personal y familiar, y como testimonio nítido que los cipayos fueron repudiados tanto por su pueblo, como despreciado por el imperio que lo reclutaba.
Elevado a la calidad de estadista por la gendarmería mediática que lo protege, Mauricio Macri fue convocado a la cumbre del G20 para ratificar su condición de apóstol local del neoliberalismo, garante de la entrega de nuestros recursos a las potencias extranjeras y siervo fiel de los negocios de los grupos económicos.
Llegó con las señales frescas de andar en la búsqueda de llevar adelante una escalada represiva frente al conflicto social que brota desde las entrañas de un modelo económico que profundiza, día a día, el ciclo de ajuste brutal sobre el bolsillo de los que menos tienen, para agrandar los balances del puñado de familias que se están enriqueciendo en la Argentina.
Mientras tanto en esta tierra que es un herida, que se abre todos los días, la proximidad de una batalla electoral parece no conmover ni un poco, la ferocidad de un gobierno que está formateando la economía Argentina para condicionarla por los próximos veinte años.
El macrismo transita una campaña electoral recurriendo nuevamente a la mentira como único método de deformación de la voluntad.
Están abrazados a una postverdad de slogan y frase hecha reñida absolutamente con la realidad, intentan transitar una campaña electoral recurriendo nuevamente a la mentira como único método de deformación de la voluntad. Parece que aquella expresión de deseo de Gabriela Michetti de suspender las elecciones de medio término, era algo más que un exabrupto de la inútil que ejerce la vicepresidencia.
Escondidos detrás del relato de un perverso Duran Barba que digita un modelo comunicacional que insulta la inteligencia y agravia el sentido común, parecen no comprender que la democracia es un ejercicio más complejo que mentir descaradamente hasta el cansancio, para buscar el consenso de las minorías para aceptar la miseria de las mayorías.
Sucede que las clases dominantes en la Argentina, aquellas que lo largo de nuestra historia han soñado con un país chico al servicio del extranjero, para negocio de unos pocos, se han llevado siempre a las patadas con la democracia. Gobiernos como el de Mauricio Macri, garantes de un modelo económico que sólo puede ofrecer un destino de miseria para nuestro pueblo, no han nacido para llegar al poder con la legitimidad del voto popular, porque indefectiblemente están destinados a traicionarlo en el altar de los intereses que representan.
Sin ir más lejos, enfrentan por primera vez en su historia la necesidad de convalidar electoralmente un triunfo cuando nunca lo han tenido. Para las grandes corporaciones de la comunicación, constituye un desafío que consiste en determinar hasta qué punto son capaces de profundizar el odio sembrado sobre el liderazgo popular de Cristina, y sostener la construcción de un pensamiento único que siga narrando el traumático ajuste necesario ante una crisis que jamás existió.
Al mismo tiempo, en los meses que restan hasta la batalla electoral de octubre, el gobierno precisa mostrarle a las potencias extranjeras, a las corporaciones financieras y todo parásito multimillonario que haga negocios con el saqueo del endeudamiento externo de nuestra Patria, que son capaces de profundizar el ajuste que hasta acá viene dejando consecuencias sociales brutales para las mayorías populares.
En esa contradicción ineludible para los mercenarios que gobiernan, se encuentra la semilla de su derrota. Es el costo de sembrar miseria en el destino de los más humildes. De haber roto los sueños de los que nada tienen. Aquellos que poco habían conquistado, pero les fue arrebatado en muy poco tiempo.
En octubre nos jugamos mucho más que un puñado de bancas, lo venimos sosteniendo hace tiempo. En octubre, la Patria en peligro, debe amenazar con florecer.
La ecuación no es matemática, pero se acerca bastante e interpela en forma ineludible al sentido de responsabilidad histórica de la militancia: si la enorme mayoría de nuestros compatriotas la está pasando muchísimo peor que cuando gobernaba Cristina, por qué carajo no vamos a ser capaces de reconstruir la mayoría política que nos permita volver a ser gobierno.
Los profetas del odio testimonian su fracaso a lo largo de nuestra historia. Dieciocho años de proscripción, persecución, cárcel y muerte para aquellos que no aceptaban el pensamiento único que culpaba a Perón de todos los males de nuestra Patria, no pudieron evitar que Perón volviera.
¿Quién carajo es Clarín, Infobae, La Nación, o el cínico de Duran Barba para hacernos dudar de la enorme vocación de poder de nuestro proyecto político? Construyamos la victoria de Cristina en octubre, inventemos el tiempo necesario para militar hasta reventar las urnas, descansemos apenas lo necesario, tan solo para seguir construyendo juntos la Patria que soñamos.
Colectivo de Medios Oveja Negra