LA HORA DE LOS PUEBLOS ... UNA VEZ MAS
01 de agosto de 2020
Por David Acuña *
“La integración continental de la América Latina es indispensable:
el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”.
Juan Domingo Perón
La mirada que tenía el General sobre el año 2000 tienen una validez prácticamente profética. Nuestra Región, de más está señalarlo, no se encuentra unida en un proyecto político común y sufre los embates del imperialismo angloyanqui. Pero que el optimismo trazado por Perón en la década de los 60 no se haya concretado, no le quita validez a su palabra plasmadas en su obra “La Hora de los Pueblos”, la cual hay que rescatar del olvido y releer con una mirada crítica de nuestro presente.
La unidad continental por la cual lucharon nuestros libertadores del siglo XIX pareció por un instante concretarse cuando el espíritu unasuriano comenzaba a esbozarse poniéndole freno a los embates del Capital gritando en la propia cara del presidente George W. Bush un rotundo “No al ALCA” durante la IV Cumbre de las Américas (Mar del Plata, 2005). Claramente transitamos un momento de reflujo en la lucha de los pueblos por la independencia de América Latina. Sin embargo, que nuestras acciones parezcan empresas fallidas no les quita el mérito de su valides, porque, a fin de cuentas, toda lucha política y todo esfuerzo militante se condensa en esa sola acción de pelear por la Liberación de la Patria, y la misma es constante en el devenir del tiempo.
Cada pelea que encaramos en el presente es como si volviéramos a tomar posición en los campos de batalla del pasado. Siempre nuestra lucha por la Liberación de la Patria Grande es dada en perspectiva histórica. No como nostalgia, sino en clave de futuro, y en donde la concreción de la definitiva independencia terminará dándole la razón de haber sido a todas las luchas anteriores. En este sentido, es bueno recordar las propias palabras de Perón que, bajo el seudónimo de Descartes escribía en 1952: “Los pueblos siguen la táctica del agua; las oligarquías, la de los diques que la contienen, encauzan y explotan. El agua aprisionada se agita, acumula caudal y presión, pugna por desbordar; si no lo consigue, trabaja lentamente sobre la fundación, minándola y buscando filtrarse por debajo; si puede, rodea. Si nada de esto logra, termina en el tiempo por romper el dique y lanzarse en torrente. Son los aluviones. Pero el agua pasa siempre; torrencial y tumultuosamente, cuando la compuerta es impotente para regularla”.
Ningún pueblo mantiene una guerra larga sin una fe que le de sustento. La fe de un pueblo que lucha por su liberación se expresa en su grado de “conciencia nacional”, la cual es su identidad histórica pero también es la plena certeza en que su victoria llegará inexorablemente. Esta conjunción de pasado y presente es lo que debe expresar toda militancia que asume la lucha por la Liberación Nacional. De aquí deviene la importancia de que la militancia se preocupe por la formación política integral; la cual no es una cuestión tan sólo teórica, sino de reflexión sobre la práctica política, de la cual uno sí debe construir teoría. Al respecto, hay constantemente en Perón una dimensión pedagógica, un interés por transmitir herramientas analíticas, de compartir pensamientos y de dejarlos plasmados, para que se opere un trasvasamiento generacional de los cuadros del Movimiento.
Vuelve a señalar Perón, la “integración ha de ser obra de nuestros países, sin intervenciones extrañas de ninguna clase, para crear, gracias a un mercado ampliado, sin fronteras, las condiciones más favorables para la utilización del progreso técnico y la expansión económica; para evitar divisiones que puedan ser explotadas; para mejorar el nivel de vida de nuestros 200 millones de habitantes”.
Obviamente, nuestro presente es otro. Por empezar somos más de 650 millones de latinoamericanos. Pero al igual que ayer, nuestra porción de mundo sigue siendo fundamentalmente productora de los alimentos que ella misma consume y que además es capaz de exportar a otras regiones que los requieran.
Aquí radica una enseñanza clave que Perón expresa en su concepción de la unidad latinoamericana: la misma no es una abstracción o cabildeo ideológico alguno, por el contrario, es la construcción de acciones concretas entre patrias hermanas por un desarrollo autocentrado, en paz, de complementariedad, con justicia social y de defensa común ante intervenciones foráneas. Unidad que expresó en 1951 como pacto del “ABC” (Argentina, Brasil, Chile) sosteniendo que: “la Argentina sola, no tiene unidad económica. Brasil solo, tampoco. Chile solo, tampoco la tiene. Pero estos tres países unidos conforman quizá la unidad económica más extraordinaria del mundo entero”.
Asistimos a una coyuntura mundial que vuelve a enfrentar entre sí a las potencias centrales por la primacía mundial. La unidad latinoamericana es clave para poder controlar las condiciones de los intercambios de nuestros recursos por aquellos que aún no producimos y mantenernos distantes de enfrentamientos que no son de nuestro interés.
Perfectamente, al igual que lo manifestó San Martín, Perón podría haber expresado “yo soy un hombre del Partido Americano”, pues hay en él un entendimiento pleno de que el desarrollo nacional argentino está íntimamente atado a la integralidad de la América Latina. Integralidad que se expresa no solo en la cuestión económica, sino que también se realiza en un pasado común y en rasgos culturales compartidos que nos vuelve un todo coherente, aunque diverso.
El Justicialismo como doctrina nacional, siempre ha bregado por la integración de América Latina ya que: “En esa posición nos han encontrado y nos encontrarán siempre, porque entendemos que la defensa propia está en nuestras manos; que la defensa, diremos relativa, está en la zona continental que defendemos y en que vivimos…”
El neoliberalismo que se empieza a instalar en nuestro país tras el golpe de estado de 1976 y termina de consolidarse con Alfonsín y Menen, destruyó la comunidad organizada como horizonte integrador y fragmentó al movimiento nacional. Aun con ciertos logros durante los gobiernos populares de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, estuvimos lejos de recuperarnos. Tomar conciencia de nuestra situación y del estado de nuestras fuerzas es crucial para tener un diagnóstico adecuado del terreno en el cual la militancia debe dar la pelea, pues “Los pueblos que no se deciden a luchar por su liberación, merecen la esclavitud; porque los únicos remedios contra la desgracia del pueblo están en sus propias manos, y porque la fuerza bruta sólo puede ser vencida por la acción de un pueblo decidido a todos los sacrificios. Cuando la justicia ha perdido su fuerza es preciso que la fuerza sea justa, y la única fuerza justa es la que emerge del pueblo”.
Formarnos en la doctrina justicialista y aprender la rica historia de nuestros pueblos latinoamericanos es sumamente necesario para volver a reconstruir un movimiento histórico que tome las viejas y nuevas banderas de lucha. La contradicción principal sigue siendo la misma: Liberación o Dependencia.
* Descamisados - Provincia de Buenos Aires