EVITA, LA PROVOCACIÓN MÁS HERMOSA
31 de julio de 2017
65 años han pasado ya, y los humildes de nuestra Patria siguen atesorando en su memoria los sueños conquistados en tu nombre.
Evita, tu nombre de pueblo sigue intacto, tu capricho eterno de renacer una y mil veces en cada sueño que se conquista, pero también en cada esperanza arrebatada por los poderosos. Renace tu sonrisa en los años felices de nuestro pueblo, renace tu esencia combativa en los tiempos oscuros de nuestra Patria.
Hoy, los hijos y nietos de aquellos que en las paredes dejaron el testimonio del odio profundo hacia tus padecimientos, con aquel infame “viva el cáncer”, han regresado al gobierno con el mismo ímpetu que en aquellos años. Volvieron al poder con sed de revancha contra los humildes.
Contra aquellos que apenas conquistan un poco de felicidad, que apenas empiezan a cuestionar los privilegios del puñado de familias que se creen dueñas de nuestra Patria y del destino de tus grasitas, tienen que sufrir el estigma, la persecución, la cárcel y el destino de miseria planificada al que lo condenan los intereses de la oligarquía, y las potencias extranjeras a las que ellos sirven.
El odio y la revancha volvieron a gobernar la Argentina. Avanzan decididos en derrumbar las conquistas alcanzadas en doce años y medio bajo el gobierno de Néstor y Cristina, aquellos años en que te recordamos con el cariño de tu legado. Amenazan también con destruir el cimiento fuerte de justicia social que atraviesa nuestra historia desde hace más de setenta años, y que son el protagonismo de nuestras trabajadoras y nuestros trabajadores, que escribieron con Perón en la revolución inconclusa y que tiene tu nombre como síntesis más perfecta.
En estos tiempos oscuros, la llama viva e intensa de tu pasión, ilumina el destino de quienes seguimos abrazando tu nombre, para llevarlo como bandera a la victoria.
Renaciendo una y mil veces desde las entrañas del dolor de los que pierden su trabajo, en los estómagos con hambre y bronca de tener que abrir un comedor o un merendero para que coman las pibas y los pibes que ya no tienen en la mesa de su familia, un plato de comida.
Renaces en cada fábrica abandonada por el egoísmo del patrón, recuperada con la esperanza del trabajo como motor de la dignidad. Sos eterna en la organización popular, ahí donde los humildes encuentran un refugio para el destino horrible al que pretenden condenarlos.
Con ella, llegó la hora de la mujer que construye, que conduce, y que se reconoce en las otras y en sí mismas. Evita nos sacó del lugar oscuro, secundario y servicial al que nos venía postergando una historia conservadora y patriarcal. Evita nos sacó del hogar y nos llevó a las calles, al partido, a las urnas, a la escuela, a la universidad y al sindicato. Evita nos enseñó que para ser madre no es necesario parir, y también predicó con su ejemplo la lucha por los derechos que nacen cada vez que existe una necesidad, aunque esa carencia no sea precisamente la propia.
Ella repartió máquinas de coser porque sabía que todas las batallas se dan en mejores condiciones con independencia económica. Pero nos incentivó a ampliar nuestra libertad mucho más allá del horizonte de las tareas domésticas a las que, por vocación o por oficio, nos condenó la sociedad como destino único.
Evita fue la primera en fundar espacios exclusivos de género, y no por odio a la otra mitad masculina de la ciudadanía, sino en ejercicio de la sana conciencia de lo que necesitamos para conocernos, reconocernos, hermanarnos, y asumir el protagonismo que nos reclamó y nos sigue reclamando la historia.
Las compañeras que nos reconocemos seguidoras de su ejemplo, de sus enseñanzas, de su valor y de sus convicciones, nos abrazamos a la idea de que si Evita viviera, seguiría luchando cada día por despojarse de la ética patriarcal en la que todas nosotras nacimos y fuimos criadas, sin renegar jamás de seguir aprendiendo de las mujeres que transitan su camino junto al nuestro. De las putas, de las abortistas, de las que son o han sido víctimas, de las que fueron encarceladas por defenderse, o de las que fueron presas por organizarnos.
Porque si Evita viviera, lo haría aferrada a esa idea de que las identidades, sobre todo las colectivas, son obras en construcción constante, y que la formación y el aprendizaje son caminos que jamás se concluyen, ni a los 99 años que ostentaría hoy en día la abanderada de los humildes, pero, por sobre todo, la emponderada de las mujeres argentinas.
Si ella militara hoy entre nosotras, se reiría a carcajadas de quienes osen sujetarla a las proclamas que le adjudica, como dogmas inexorables, el relato más conservador de la historia oficial. Porque son las mismas voces que intentaron encerrarla en el lugar de una pobre mujer, sin más destino que el de esposa de un Presidente, cónyuge circunstancial de un militar, o aspirante a actriz de clase baja. Los que intentaron vanamente silenciar la voz de su lucha, son los que ahora solo citan sus palabras, en una forzada interpretación que tiene por objetivo también acallar las nuestras, ignorando que las compañeras que seguimos férreamente su ejemplo de lucha sabemos, que con Evita, llegó la hora de la mujer que comparte una causa pública, y murió la mujer como valor inerte y numérico de la sociedad.
Sos la provocación más hermosa para los que abrazamos tus convicciones. El testimonio de vivir dando todo por la felicidad de un pueblo.
Con ella llegó la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social.
Sos la provocación más hermosa para los que abrazamos tus convicciones. El testimonio de tu vida, sacrificada en el altar de tu arrolladora vocación de militancia, de alcanzar objetivos y conquistarlos. De vivir cada día como si fuera el último, de postergar todo, hasta tu propia salud, para vivir dando todo por la felicidad de un pueblo. Sos la razón para vivir militando, de cuestionar cada uno de los “no se puede”, cada vez que decimos “no tengo tiempo”.
Extrañamos a los que no están, por eso no te extrañamos. Aunque nos duele necesitarte siempre. 65 años ya y seguís más viva que nunca. Y vas a seguir viva, cada día, hasta que volvamos a construir la Patria que soñamos.
Colectivo de Medios Oveja Negra