Oveja Negra

DARIO Y MAXI: EL VALOR DE LA MILITANCIA


26 de junio de 2019

Oveja Negra

A 17 años de sus brutales asesinatos en manos del aparato represivo estatal, considerando que entonamos sus nombres en varias canciones cada vez que salimos a la calle ¿Qué legado recibimos de Darío y Maxi como militantes?

Por Yésica Falcone *

 

Darío Santillán y Maximiliano Kosteki fueron asesinados en manos de la policía bonaerense en el marco de la brutal represión conocida como la “Masacre de Avellaneda”, el 26 de junio de 2002. “La crisis causó dos nuevas muertes”, titulaba Clarín al día siguiente, como si la misma se tratara de algo que viene y va, de una entidad superior sin responsables.

No es la intención hacer una crónica de lo sucedido aquel día, sino del por qué Darío y Maxi son legado para la militancia. Sus nombres sintetizan la historia colectiva escrita por una generación que resistió a cuanto gas lacrimógeno, bala de goma y compañero muerto recibía como respuesta: Teresa Rodriguez en las puebladas de Cutral Có, Aníbal Verón en Salta, las treinta y ocho personas asesinadas entre el 19 y 20 de diciembre de 2001. Una resistencia que se animó a la organización popular y a la lucha por la dignidad de nuestro pueblo. De las filas de los movimientos sociales que peleaban en la calle contra la banda de saqueadores que había desembarcado en nuestro país eran parte los jóvenes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hasta que la Policía Bonaerense los asesinó en el hall de la estación de Avellaneda. Maxi había sido baleado en el pecho, Darío volvió a buscar compañeros e intentó socorrerlo hasta que la policía lo cercó y le disparó por la espalda. Eran militantes, luchaban por transformar el mundo en un lugar más justo, ponían el cuerpo leales a las causas del pueblo y a sus compañeros.

Esta jornada no fue de ninguna manera un hecho aislado que pueda vanalizarse en una efeméride más del calendario militante. El asesinato de Darío y Maxi ocurrió pocos meses después de diciembre de 2001, en un contexto de movilizaciones masivas de movimientos sociales que reclamaban trabajo y dignidad a lo largo de todo el país, con cacerolazos, tras la caída del gobierno de la Alianza, seguida por cinco presidentes en once días y la asunción de Eduardo Duhalde, con un país agonizando por la brutal devastación ejercida por años de políticas neoliberales y entrega de nuestros recursos a los grupos económicos. Fue una represión brutal con dos compañeros muertos y decenas de heridos en el momento de mayor movilización y disputa por el excedente de los últimos tiempos. Es fundamental reflexionar sobre ello en esta etapa de avance neoliberal que nos quiere venir a convencer de que hablar de liberar la Patria no vale dos mangos o de que todo proyecto emancipatorio tiene un límite y debemos convivir con ello. A la idea del fin de la historia, de la no disputa por el sentido de la política y el excedente económico, debemos oponernos con militancia y organización popular.

Hacia el año 2002 las movilizaciones populares organizadas habían alcanzado su punto más elevado desde la vuelta de la democracia. La tragedia social en la que se vivía producto de políticas idénticas a las del gobierno actual estallaba y el pueblo se resistía a irse de las calles con las manos vacías. A partir del año 2003 se produce un acercamiento entre los movimientos sociales y el Estado. No obstante solo con ello no alcanzaba y era inminente un ciclo de redistribución de la riqueza, que fue una decisión política pero por sobre todas las cosas una conquista del Pueblo en las calles que comenzó a gestarse hacia fines de la década de los noventa.

En tiempos donde la política parece reducirse a la discusión de temas que día a día determinan los medios hegemónicos para tenernos preocupadxs en lo pequeñito, creemos que merece la importancia preguntarnos ¿Por qué y para qué militamos? ¿De que pensábamos que se trataba esto cuando abrazamos la idea de sumarnos a la militancia política? Lo hacemos porque queremos cambiar la realidad, porque sabemos que la política es la herramienta para disputar el excedente y por todos aquellos sueños de justicia social que se pueden materializar solamente a través de la lucha colectiva. Nos organizarnos no para ganar, sino para vencer, porque se lo debemos a infinidad de compañeros y compañeras que dejaron su vida a lo largo de la historia.

 

* Militante del Colectivo de Medios Oveja Negra.

 

Compartir esta nota en