Oveja Negra

Cuidar la tierra es un arte de los campesinos


30 de agosto de 2016

Oveja Negra

Nota realizada por Eduardo Silveyra, periodista, escritor y referente de prensa del Movimiento Agrario Misionero.

Por Eduardo Silveyra

Elio Quevedo es un maestro sin título que vive en esa tierra de montes, Río Uruguay y vertientes brotadas de entre las piedras marrones en esos pagos de El Soberbio. Tierras ganadas a los latifundistas madereros en la anterior embestida liberal de los años 90, donde los Humada y los Puerta operaban las políticas que iban contra los intereses de los misioneros y a favor de las familias de terratenientes, como los Ongay, tradicionales explotadores de hacheros y con el avance de la tecnología de otros hombres duchos en manejar las motosierras.

En el año 1987 el doctor Julio César Humada fue electo gobernador de Misiones, en su campaña electoral para arrastrar votos prometió una reforma agraria con la consigna artiguista “La tierra es para quien la trabaja”, que fue olvidada apenas asumió el cargo. En ese año los Ongay presentan la quiebra del emprendimiento dedicado a la explotación maderera que destruyó los montes nativos de El Soberbio al violar disposiciones provinciales de reforestación, además de dejar deudas por sumas millonarias por impuestos impagos. En esa circunstancia Elio Quevedo se sumó junto a otros pequeños productores y agricultores familiares al Movimiento Agrario de Misiones para reclamar la expropiación de esas tierras para ser adjudicadas a sus verdaderos dueños, los campesinos sin tierra de la provincia.

El reclamo se mantuvo durante algunos años y en 1994, alertados por el francés Michel Guilbard y el abogado del MAM Ramón “Moncho” Enríquez, de una maniobra judicial para que el latifundio fuera a remate para volver a ser adquirido otra vez por la familia latifundista a través de un testaferro, el Movimiento Agrario de Misiones resolvió ocupar la tierra. Entre los ocupantes estaba Elio Quevedo, quien también participó en los debates con el gobernador Ramón Puerta y su antecesor Humada, que organizó una campaña de prensa donde alertaba a la población descreída, de una invasión de los Sin Tierra del Brasil para apoderarse de las más de 8630 hectáreas del latifundio.

Elio se emociona al recordar el momento, cuando delante de las cámaras de la televisión local sacó un volante donde Humada en su programa de gobierno prometía la mentada reforma agraria. A los pocos días obligado por la presión del MAM y los vecinos de El Soberbio, el gobernador menemista no tuvo otra opción que ceder y comprar las tierras a través del estado provincial y entregarlas a los campesinos. Ese fue un triunfo muy importante del MAM –nos dice Elio- hay que tener en cuenta que fue en los años de pleno liberalismo donde todas las políticas iban en contra del pueblo y en especial en temas de tierras, donde siempre los que recibían beneficios eran los dueños de los latifundios.

El mismo nos cuenta del desastre ambiental dejado por los Ongay al dejar el monte pelado y sin reforestar, tal como indica la legislación dispuesta en cuanto a la explotación maderera. Conocedor de que la avidez del capitalista no tiene límites y que poco le importa destruir los recursos naturales y los ecosistemas con tal de obtener ganancias, Elio se dedicó primero a reforestar la parcela adjudicada, donde además de una huerta hecha con métodos de la permacultura, también tiene 60 variedades de plantas frutales propias de la región y algunas exóticas que provienen de zonas con igual condiciones climáticas como bananos del Ecuador y café de Colombia, a los que hay que sumar una casi infinita variedad de plantas y yuyos con propiedades medicinales.

A machete limpio, abrió en el monte recostado sobre la orilla del Río Uruguay y el arroyo Tarariras, un camino circular al cual bautizó con el nombre de la “Sendero de la Biodiversidad”, donde como un guía experto nos descubre las distintas plantas: esto es cedrón una de sus propiedades medicinales es que purifica la sangre y esta de acá es moringa, un anticancerígeno muy bueno. Caminamos unos metros y estruja entre los dedos una hojita verde, al olerla descubrimos el aroma del anís. Ese saber y ese cuidado, nos demuestra y nos hace tomar conciencia que la tierra en manos campesinas ya de por sí involucra el cuidado del medio ambiente y los ecosistemas, todo lo contrario a cuando se encuentra en manos de latifundistas dedicados a la explotación industrial, tanto agrícola como forestal. 

Ese saber y ese cuidado, nos demuestra y nos hace tomar conciencia que la tierra en manos campesinas ya de por sí involucra el cuidado del medio ambiente y los ecosistemas.

Formar parte de aquellos 863 ocupantes que recibieron unas 10 hectáreas cada uno, no detuvo la lucha por más tierra y más derechos para los campesinos y agricultores familiares, como tampoco la toma de conciencia de Elio Quevedo, que continuó su trabajo y sus aportes en el MAM, donde en los últimos tiempos fue referente de la organización para inscribir a los agricultores en el Monotributo Social Agropecuario -un derecho logrado durante el gobierno anterior- el cual permite entre otras cosas el acceso a una Obra Social y a la jubilación por parte de los agricultores familiares, derechos a los cuales no tenían acceso. Ahora nos queda lograr que la ley de agricultura familiar nacional tenga presupuesto –agrega Elio con certeza- algo complicado porque las políticas de este gobierno son más para beneficiar a los grandes que a los chicos, pero no hay que bajar los brazos.

Al terminar la entrevista Elio nos confiesa un deseo importante: ahora tengo ganas de escribir un libro donde pueda contar toda esa experiencia en la que también hay que decir como los Ongay esclavizaban primero a los hacheros y después a los motosierristas, pagando sueldos miserables y donde a veces se trabajaba por la comida.

Sin lugar a dudas, esas páginas donde un estilo de vida en concordancia con la tierra y sus frutos debieran ser escrita, para dar testimonio que solo la lucha organizada para el bien de todos los hombres y mujeres, es la que nos salvará de los males que el sistema capitalista propala sin miramientos. Y también, para aprender que el cuidado de la tierra es un arte, premisa que Elio Quevedo aplica todos los días en ese territorio de El Soberbio, allá en Misiones.

 

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