Oveja Negra

Cinismo visible


03 de marzo de 2018

Oveja Negra

Gabriel Cocimano analiza el discurso de Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa. "Macri navegó entre el optimismo ciego, un rosario de promesas y una realidad desvariada."

por Gabriel Cocimano

El país que imaginó el presidente Mauricio Macri en su discurso en el Congreso Nacional no parece tener semejanzas con la realidad. La Argentina diáfana que describió, con salarios por encima de la inflación, empleos en alza y crecimiento sostenido, parece salida de un guión cinematográfico de Cinecittá, la vieja fábrica de sueños. Imposibilitado de dar malas noticias (según explicita el manual de Durán Barba) el Jefe de Estado pivoteó, entre datos estadísticos y augurios de autoayuda, alrededor de una lógica voluntarista: de “lo peor ya pasó” al “crecimiento invisible”, Macri navegó entre el optimismo ciego, un rosario de promesas y una realidad desvariada.

La metáfora del crecimiento invisible es fruto de la misma inspiración que aquella del túnel de Michetti: en ambas, se expresa la idea de que todavía no se puede ver lasupuesta reactivación económica y social. Sucede que la teoría de la luz en el túnel (¡dicha en junio de 2016!) se refería a que la tan anhelada reactivación ocurriría a partir del segundo semestre de aquel año. En términos futboleros, equivale a tirar, una vez más, la pelota afuera. Tanto como la llegada de los inversores extranjeros y la teoría del derrame, ambas constituyen una variante de la camusiana filosofía del absurdo.

Macri optó por un tono atemperado, diferente al del año anterior. Alguien de su entorno le aconsejó parecer más progresista: se mostró preocupado por el debate sobre el aborto, la discriminación salarial hacia las mujeres, la licencia por nacimiento a los trabajadores varones. Siempre hay una zanahoria en todo discurso, presentación, normativa o proyecto de ley macrista: es una marca registrada de su gestión. Y los jubilados lo saben bien. Pero el tono más mitigado no se sostiene en la acción cotidiana, en donde la política oficial se muestra más confrontativa.

Lo peor ya pasó” es una alocución que el presidente agotó en 2016 y 2017. Dicho en este nuevo contexto indica que, en verdad, aun estamos en lo peor. Mientras exorciza el presente con un relato inverosímil, el elenco oficial juega a augurar un crecimiento y una bonanza basados en ninguna realidad que lo sustente. “Ahora vienen los años en que vamos a crecer”: la misión es fugar hacia el futuro, ejercitando las artes adivinatorias con el vaticinio de un venidero país próspero. Otra variante del duhaldista “condenados al éxito”.

Pero nada suena tan intolerable a los oídos como escuchar al presidente hablar del Estado transparente durante su gestión: "Un Estado al servicio de la gente es también un Estado transparente, que muestra cómo gasta su plata y que tiene funcionarios obligados a tener un alto estándar ético. En estos dos años, los funcionarios nos pusimos límites como nunca antes, para garantizar que no estamos acá para beneficiarnos".

Para Albert Camus, el cinismo es casi una enfermedad del espíritu, una tentación común de todas las inteligencias. El discurso fingido e hipócrita de la transparencia también es una marca registrada en los hombres de Cambiemos. Cínica es la doble vara con la que amparan la honestidad de los funcionarios implicados en casos de corrupción: Panamá Papers, Paradise Papers, Correo, Odebrecht, Andorra, y otros tantos sórdidos enlaces revelados por la prensa internacional.

Cínico también es el discurso del jefe de Gabinete Marcos Peña cuando defiende al ministro de Finanzas, Luis Caputo: “Jugaba en la Champions League y dejó todo para jugársela por su país”, como si pertenecer a las grandes ligas de la usura internacional fuese en sí mismo atributo de integridad, un estatus clave para desvincularlo de sus maniobras de evasión. El coaching del cinismo parece estar consolidado en los cuadros políticos del oficialismo.

Con su mejor cara de circunstancia, el presidente mencionó el alto estándar ético de sus funcionarios. Y no fue un arresto impertinente de ironía. Démosle la derecha: Macri en verdad considera ética su conducta financiera y las de sus ministros. Lo que es necesario puntualizar es la existencia de una hipocresía que magistralmente definió Arturo Jauretche: la de considerar el grado de corrupción según el punto de vista de la condición social y política del implicado.

La moral del gobierno nacional sólo se sostiene en su cínico relato de transparencia y verdad, sustentado por una prensa hegemónica alineada con sus principios y sus negocios. Para Macri, el crecimiento podrá ser invisible. Lo que para nada es invisible ante los ojos de la sociedad –sino más bien evidente- es su cinismo.

 

* Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) es periodista y escritor. 

Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.wordpress.com 

Compartir esta nota en