Oveja Negra

VIVAS, LIBRES, SOBERANAS Y EN MOVIMIENTO


04 de junio de 2018

Oveja Negra

"Todas y todes marchamos una vez más por los paisajes urbanos de una Argentina en la que la igualdad sigue siendo una deuda pendiente para alcanzar la verdadera justicia social". - Editorial semanal de Oveja Negra.

Por Oveja Negra

La fecha del 3 de junio tardó apenas un par de años en transformarse en un emblema, pese a no encarnar ninguna efeméride. Parecía caprichoso, antojadizo, y difícil de comprender desde una agenda política que tiende a buscar la racionalidad de los acontecimientos en un calendario preestablecido o coyuntural. Para nosotras, cualquier día es igual a otro, ya que, en promedio, una mujer, una identidad feminizada, pierde su vida cada día, a manos de la violencia machista.

No hubo un acontecimiento previo, único y singular, a ese 3 de junio del 2015, lo creamos las corporalidades saliendo a las calles.

Los crecientes niveles de indignación social encarnaban en ese entonces en el rostro de Chiara Paez, pero las pancartas llevaban escritos miles de nombres con tinta infinita.

Fue el día en que dijimos “basta” a la violencia machista. Con el transcurso de las asambleas, reuniones y encuentros, las disidencias lograron incorporar también sus reclamos a esta colectiva, con el apoyo de un feminismo popular incluyente de todos los reclamos contra un sistema que acosa, viola, mata, empobrece, y aniquila la dignidad humana. Y que, además, encarcela a las que luchan.

Este 2018, nos encontró marchando un lunes 4 de junio, en un contexto en que el empobrecimiento y la miseria planificada a la que quieren condenarnos, constituyen también causales que ponen en riesgo nuestra vida y nuestra subsistencia.

Con el rostro de Erica Soriano y sus familiares buscando justicia en una investigación que aún no logró dar con el paradero de su cuerpo, que sospechan golpeado hasta cortarle la respiración, y ocultado en manos de su pareja, único sospechoso y acusado de ejercer sobre ella una violencia constante que terminó por arrebatarle la vida, hace ya 8 años.

Pero también, el tiempo presente nos permite adueñarnos de nuestros propios antecedentes de lucha, habiendo llevado a cabo el primer paro al gobierno de Macri, cuando aún parte de las dirigencias sindicales oscilaban entre la ruptura de un diálogo infructuoso con los representantes de un Estado empresario, y la postergación de la huelga a un incierto tiempo futuro.

Porque cuando el ajuste se profundiza, son los sectores más relegados por las políticas públicas los primeros en sentir el azote del empobrecimiento, destruyendo nuestros proyectos de una vida digna, y sobre eso, las mujeres y el colectivo de trans y travestis, logramos edificar una conciencia colectiva.

Esta oportunidad se enmarca también en plena batalla por el aborto legal, seguro y gratuito, que después de muchas décadas de reclamos logró llegar a un estado parlamentario que nos permite vislumbrar con esperanza el objetivo de lograr un acceso a la salud para todas. La victoria no se constituye por haber puesto sobre la mesa el derecho de cada individualidad a obrar y disponer sobre el propio cuerpo, sino que fue la punta de lanza para poner en el centro de la escena la profunda y alarmante carencia del sistema de salud de cara a un sector enorme de la población. También pone en crisis un sistema jurídico en el cual la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho, pero al cual no acceden aquellas personas que puedan acreditar capacidad suficiente para consentir una relación sexual, o que no puedan o no deseen hacer una declaración jurada de que han sido violadas, dejando atrás la discusión filosófica sobre el comienzo de la vida, aunque para muchos sectores, sigue siendo el único argumento posible ante la avanzada por la conquista de este derecho.

A su vez, hay quienes, con poca sensatez, esgrimen un supuesto interés del FMI por la legalización del aborto, sin poder explicar cómo es que un organismo que exige recortes en las áreas públicas de los países sobre los cuales ejercen su poder de control, vería con ojos prósperos que se amplíen las prestaciones médicas que las instituciones financiadas con presupuesto público estarían obligadas a cumplir.

El movimiento feminista logró zanjar este absurdo planteo, no solamente en las claras consignas que se oponen a la deuda contraída en este último tiempo, sino porque también expresa tener la plena conciencia de que con la injerencia de estos organismos internacionales, los recortes que pretenden implementar nos afectan principalmente a quienes somos el primer objetivo de la precarización laboral, de la devaluación de los haberes jubilatorios, y de las imposibilidades crecientes de ingresar al sistema previsional tras una vida de trabajo informal o de tareas no remuneradas.

La movilización de mujeres, lesbianas, trans y travestis permite poner de manifiesto, una vez más, que la cultura del varón dominante, jefe de hogar, patrón de la fábrica y gerente de la oficina, comunicador con voz única y eminentemente masculina, reproduce las estructuras de violencia que salimos a denunciar, y que el empoderamiento que podemos llegar a construir no alcanza como herramienta única para ponerle un punto final a la violencia patriarcal, toda vez que esta sigue siendo ignorada, minimizada y sostenida por las instituciones.

Los 114 femicidios registrados SOLO en lo que va de este año y el cálculo aproximado de más de 30 niños y niñas que han quedado desamparados tras el violento asesinato de sus madres a manos de sus parejas o ex parejas principalmente, sustenta el reclamo de sus familiares para que por fin sea una reallidad la reparación económica a menores que son víctimas colaterales de estos femicidios, conocida como “Ley Brisa”, que ya tiene media sanción en el Senado.

Frente al disciplinamiento financiero del gobierno, ante el silencio exigido por generaciones a quienes padecieron y aún padecen los azotes de un sistema que nos obliga a vivir calladas la pobreza, a tolerar la violencia de los varones transformados en jefes de nuestros propios hogares, con pretensiones de propiedad privada sobre nuestras vidas, cuando nos imponen la maternidad como un mandato ineludible, dejando en un segundo o tercer plano nuestros propios deseos y aspiraciones, la organización popular mostrará nuevamente que estamos dispuestas a cambiar el mundo, antes de que nos cambie a nosotras. Antes de perder a otra de nuestras hermanas.

Mujeres sobrevivientes de violencia, trans que reclaman un cupo laboral para ser incorporadas al mercado de trabajo, trabajadoras que denuncian un sistema de explotación y precarización creciente, madres a las que la trata les arrebató a sus hijas, personas que buscan justicia aumentando los niveles de conciencia social, porque los tribunales no les dan respuesta.

Trabajadoras sexuales autónomas que resisten los golpes de los códigos contravencionales. Mujeres a las que los periodistas del prime time monopólico le han negado su propia identidad construida, vomitando sus prejuicios al micrófono.

Parturientas maltratadas en pleno trabajo de parto por los profesionales que debieran asistirlas. Sobrevivientes de abortos clandestinos cuyas vidas fueron salvadas por la sororidad de una profesional de la salud que les facilitó el acceso a las ansiadas pastillas salvadoras, fabricadas por un único laboratorio privado en la Argentina.

Militantes de una soberanía nacional como único marco posible la felicidad de un pueblo, con conciencia de sus derechos y con el compromiso vigente para exigirlos.

Todas y todes marchamos una vez más por los paisajes urbanos de una Argentina en la que la igualdad sigue siendo una deuda pendiente para alcanzar la verdadera justicia social.

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