Oveja Negra

Urnas y después


25 de octubre de 2023

Oveja Negra

Una editorial para que envejezca mañana mismo. Notas apuradas para una contienda electoral que exhibe los límites de nuestra democracia. Las propuestas oscurantistas, los que aprovechan el clima de negocios en medio del sufrimiento y la amenaza del retorno cavernario. Desafíos más allá de las urnas. Lea pronto la editorial, que envejece como votante de cambiemos.

Por Fernando Gómez

Una editorial que envejecerá demasiado pronto, tan pronto como las urnas exhiban un resultado en la contienda electoral que se celebra en los 40 años de una democracia que ya no puede esconder su raquitismo.

El domingo se abrirán 16.950 escuelas en cada uno de los rincones de nuestra Patria, para que en sus aulas se instalen 104.577 urnas, a las que están llamados a concurrir 35.394.425 compatriotas. El segundo dispositivo electoral nacional del año, y seguro no el último. Todo para elegir Presidente, el cargo más importante que la institucionalidad reconoce en la Argentina, aunque a poco de ojear el presente de Alberto Fernández, la afirmación encuentra elocuentes reparos en lo que respecta a la certeza que encierra.

Cinco fuerzas electorales lograron superar el umbral de las PASO, tres de ellas se repartieron la mayoría de los votos de las primarias. Dos de ellas llegan con objetiva aptitud electoral a la jornada de mañana. Javier Milei y Sergio Massa, según fabricantes de encuestas de diverso financiamiento así lo indican y vaticinan una futura segunda vuelta entre ambos candidatos.

 

El síndrome de pato rengo

Patricia Bullrich, victoriosa en la interna de Juntos por el Cambio sobre la persona de Horacio Rodriguez Larreta, se vio en la obligación de transitar una campaña electoral en la que tuvo que exhibir un cuestionable estado de salud, su incapacidad para estructurar un discurso coherente y con algo de sustancia política y terminó aferrada a la búsqueda de consolidar el voto duro de una derecha a la que no le alcanza la naftalina para esconder el tufo a viejo de lo que representa.

A lo largo de su historia, la derecha argentina, o su entrevero entre liberalismo económico, cipayismo elocuente y conservadurismo político, ha tenido distintas expresiones o encarnaduras que -votos más o votos menos- han vehiculizado un ideario político con eficacia. Sin lugar a dudas, Patricia Bullrich es la peor expresión política de la derecha argentina por décadas. Incluso peor que Macri, que tuvo el recurso del engaño para rapiñar el poder.

A sus propias limitaciones, Bullrich terminó atrapada en el incómodo lugar de expresar lo mismo que otros expresan mejor. Su idea de “terminar con el kirchnerismo para siempre” es anacrónico para el momento político que se vive, y peor, es timorato frente a la reivindicación del genocidio que exalta la candidata a vicepresidenta de Javier Milei.

Bullrich podría proponer alinear a la Argentina a los Estados Unidos, pero Massa ofrece más eficacia en esta empresa. Cada uno de los atajos discursivos que podría haber utilizado, fueron ocupados por las otras fuerzas políticas y la terminaron dejando al borde de ser la última candidata de una alianza elecotoral entre el PRO y el radicalismo que volará por los aires tan rápido como se empiecen a consolidar los resultados del día domingo.

 

Las fuerzas del manicomio

Javier Milei contabilizó 500.000 votos más que la segunda fuerza electoral en la primaria. Demasiado poco para tanto cartel que se puso sobre la atribulada cabeza.

Su aptitud electoral terminó madurando demasiado pronto, y quizás, eso termine por resultar en que se pudra muy temprano.

Su triunfo en las primarias le permitió dejar de ser la “sorpresa” electoral, para empezar a ser evaluado como posible Presidente de la Argentina. Y ahí logró exhibir lo cagado de la cabeza que se encuentra, lo infantil de su estructura de pensamiento, lo ridículo de sus propuestas y el circo de subnormales que lo acompañan en las listas.

Las más recientes apariciones fueron la de las cabezas de lista en los principales distritos electorales del país. Lili Lemoine, la piba que se disfraza y dice hacer “ingeniería social” y “Bertie” Benegas Lynch, heredero de un apellido cavernario de la Argentina, exhibieron sus limitaciones intelectuales con desparpajo en las jornadas previas al cierre de lista.

Javier Milei no se quedó atrás y expuso su ideario político sin tapujos. Demostró con su alianza con Barrionuevo que “la casta” no involucra a las personas despreciadas por sus propios votantes, sino a aquellos que no se involucran en su negocio. Insistió con sus conocimientos económicos de solapa de libros que atrasan siglos, expuso su vocación de restauración rápida del menemismo con la dinámica privatizadora.

E insistió con una dolarización que, a ésta altura, nadie sabe si piensa que se cree que es factible, o la sigue repitiendo como redituable slogan económico.

Porque mas allá de todo, el círculo que rodea económicamente a Javier Milei hizo un negocio fabuloso de la reciente corrida cambiaria. Y de paso, se hicieron un poquito más ricos los grupos económicos que operan en el país.

 

A las corridas

Producto de la desfachatez especulativa de Milei y Marra, y valiéndose de la debilidad de un gobierno que está hiper subordinado a una política económica diseñada en el extranjero, multinacionales, bancos, fondos especulativos y grupos económicos del comercio exterior, terminaron consolidando una brutal transferencia de recursos desde el bolsillo de la mayoría de los que vamos a votar, a los balances de sus empresas.

El periódico cooperativo de Río Cuarto, el Megáfono, exhibe que “Si de dólar se trata, el Mercado Electrónico de Pagos (MEP), que permite comprar bonos en pesos y venderlos en dólares, aumentó en los últimos 10 días 8,21%. En tanto el Contado con Liquidación (CCL), que permite cambiar pesos a dólares pero en cuentas en el exterior, aumentó un 10,9 % en la última semana. Pero cuando se analiza desde agosto (el 13 fueron las PASO), el aumento del MEP fue del 69,76% y el CCL 60,07%, mientras que la devaluación del oficial impulsada por el Ejecutivo fue del 22,33 %.”

Para graficar el consenso en el sistema político a que los grupos económicos generen un clima de negocios de los tiempos electorales, desde El Megáfono sostienen que “Mientras en los programas televisivos los primeros planos priorizan el dólar blue y las “cuevas” en la city porteña, en la bolsa (dentro de la ley), los propietarios de las sociedades por acciones valorizan sus empresas aprovechando el clima electoral. Básicamente, convierten sus ganancias de pesos en dólares y así esperan el próximo ciclo.”

En el medio de indicadores económicos dramáticos. Con una elección caracterizada por la bronca social que produce la inestabilidad cotidiana provocada por la inflación. Aún así, los grupos económicos han encontrado una linda oportunidad para edificar un clima de negocios que les permite seguir maximizando rentabilidad a costa del bolsillo de la enorme mayoría.

Y eso sí, mas allá del resultado del domingo, todo indica que el sistema político no tiene una sóla propuesta ni respuesta, para condicionar el ritmo frenético en el que la riqueza nacional está puesta al servicio de los norteamericanos y, como consecuencia de ello, nuestro pueblo garpa los efectos de un programa de miseria planificada.

Y la cruda exhibición de las limitaciones de la democracia, así como las incapacidades de este tiempo, son las que abonan el veneno que produce una generación frustrada e inmersa en el dolor social. Milei es el veneno que supura esa generación, y por eso conserva votos más allá de sus devaríos.

 

Es lo que hay

Y nos quedó Sergio Massa. Testimonio de la desertificación ideológica que estos últimos años terminó expandiendo hegemónicamente al peronismo y el conjunto del movimiento nacional.

Los tiempos son rápidos, andan al ritmo frenético de la hiperconectividad de una generación que pretende consumir mucho y absorber poco. Su candidatura, que hubiera sido resistida hace muy pocos años, hoy no solo es aceptada por obediencia debida, es abrazada con mística por la diezmada militancia cultivada en los útimos 20 años.

Y aún así, la boleta con su nombre es el único instrumento con el que contamos en esta debilitada democracia para impedir el oscurantismo que ofrecen desde otros rincones de la contienda electoral.

El domingo se vota, y seguramente el 19 de noviembre también.

Pero no hay mejor democracia que aquella capaz de producir organización popular y forjar convicciones sólidas que empujen a nuestra Patria hacia su destino de grandeza y a nuestro Pueblo a conquistar su felicidad colectiva.

Pero eso no entra en campaña, ni menos aún se encarna en candidatura alguna. Eso es pueblo haciendo su historia.

Y en eso andaremos.

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