Oveja Negra

PERONISMO Y MILITANCIA


17 de noviembre de 2017

Oveja Negra

Perón no volvió cuando se le cantaron las pelotas. Perón volvió después de 18 años de exilio, tiempo en el cual se alternaron dictaduras feroces con falsas democracias restringidas por la proscripción, que intentaron suprimir al peronismo de la historia a través de actos criminales contra su militancia y una política económica alineada a los intereses de las potencias extranjeras y el puñado de familias que se creen dueñas de la Argentina.

Perón volvió al país porque la militancia recuperó para el peronismo su sentido épico, su programa prepotente contra los verdugos del pueblo, su mística sublevada al paroxismo de ofrendar la propia vida para realizar los sueños colectivos.

Perón volvió por la militancia peronista.

Aquella que logró sintetizar años de resistencia rescatando de las cenizas del olvido a los obreros y militares que pagaron con su vida en un basural o en un paredón la reivindicación de la lealtad y las convicciones.

Aquella que sintetizó la experiencia histórica de una resistencia que había protagonizado la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, que llenó de puebladas y huelgas cada rincón de la Patria, la misma que puso en riesgo los propios sindicatos ante la ofensiva del enemigo, antes que poner en cuestionamiento las banderas históricas de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política por la que tantas y tantos compatriotas habían ofrendado su vida.

Perón volvió al país porque la militancia recuperó para el peronismo su sentido épico, su programa prepotente contra los verdugos del pueblo, su mística sublevada al paroxismo de ofrendar la propia vida para realizar los sueños colectivos.

El peronismo no irrumpió en la historia para sobrevivir. Nació para vivir, y realizarse. Nació para ofrecerle a los condenados de nuestra tierra la oportunidad de ser felices, para ofrecerle a nuestra Patria, un destino de grandeza.

Perón volvió cuando su militancia logró recuperar el peronismo como proyecto plagado de sueños y esperanzas. Cuando el peronismo volvió a resignificarse como el hecho maldito del país burgués, cuando la organización desplazó al libre pensamiento de los dirigentes sin gente. Cuando la épica eclipsó al pragmatismo de los administradores de la miseria colectiva y de su riqueza personal. Cuando la heroicidad desnudó la cobardía de los que eligieron perder las convicciones para abrazar su libertad, antes de perder la libertad, por abrazar sus convicciones.

Perón volvió cuando la militancia volvió a transformarse en protagonista de su propia historia. Cuando cristalizó que el peronismo no es propiedad de los fariseos que ven en la persecución de un liderazgo popular, la oportunidad para probarse el disfraz de una conducción solo reconocida por el propio enemigo. Cuando desnudó a los mercaderes que son hábiles en analizar la eficacia de la oligarquía y las debilidades de sus compañeros y concluían en la necesidad de parecerse a sus verdugos antes que perder sus privilegios. Cuando la militancia recuperó sus banderas históricas para volver a levantarlas y dejar en evidencia a los que sólo la alzaban para esconder sus agachadas.

El 17 de Noviembre de 1972 Perón regresó a su Patria por el sacrificio, las convicciones y la lealtad de su militancia. Y también por Perón, porque sólo en las sienes afiebradas de los analistas de escritorio, y en la rufianería de los oportunistas, cabe la peregrina idea que los liderazgos populares afincados en el corazón de un pueblo pueden ser suplantados o escondidos como el sol con la mano.

El peronismo no irrumpió en la historia para sobrevivir. Nació para vivir, y realizarse. Nació para ofrecerle a los condenados de nuestra tierra la oportunidad de ser felices, para ofrecerle a nuestra Patria, un destino de grandeza.

En esta noche oscura, en este clima de retrocesos y derrota, en esta restauración neoliberal que amenaza con transformarse en el Mitrismo del Siglo XXI, en tiempos en que el pensamiento único desfila triunfante sobre las cenizas del sentido común, nos queda la militancia. Lo mejor que tiene el peronismo, es su militancia.

La que rompe las fronteras del ingenio, la creatividad y el sacrificio para vencer el no se puede. La que le agrega horas al día y posterga lo individual cada jornada para vencer al no tengo tiempo. La que vive, siente, se enoja y emociona como su pueblo, para no vivir la política como la profesión de unos pocos.

La que camina junto a su compañerada, para no sentirse más ni menos que nadie. La que le pone horas y horas a la discusión con los suyos, para vencer el facilismo de dar ordenes. La que elabora colectivamente la política, para no transformarse en el iluminado que destila sabiduría en las redes sociales. La militancia que se aferra al barrio, a la universidad, a la fábrica, al colegio, al sindicato, la que camina y camina, la que pasa mas tiempo en un bondi que en un canal de televisión.

La que vive el compromiso como una responsabilidad, y no como una oportunidad de referencia.

La que pone el oído, la que se emociona, la que aprieta los dientes, a la que le corre sangre en las venas. La que vive con orgullo el destino heroico de ofrendar su vida a la felicidad de su pueblo. La que hermana sus sueños con el de todos, para reparar los suyos.

La que se pone la camiseta, para no sacársela nunca.

En este día, y cada día, feliz día de la militancia peronista. Lo más lindo que nos puede pasar en este mundo horrendo al que le vamos a dar batalla hasta que todo sea como lo soñamos.


                                              Colectivo de Medios Oveja Negra

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