Oveja Negra

La Patria en peligro


24 de mayo de 2016

Oveja Negra

Hace más de doscientos años que dos proyectos antagónicos de país vienen batallando a lo largo de nuestra historia. Aquella gesta liberadora que encuentra en San Martín su síntesis, que halló en Rosas al intérprete de un tiempo en que la soberanía y nuestra integridad federal se ponían en riesgo, se supera en aquellos años de felicidad para nuestro pueblo, durante los gobiernos del Gral. Perón, que marcaron en forma indeleble los últimos setenta años de nuestra historia.

Un proyecto de Patria grande, integrada continentalmente, que ordenara su desarrollo productivo e industrial con vistas a fortalecer el mercado interno y generar trabajo para la dignidad de sus habitantes. Un modelo de país en el que el Estado no constituya un estorbo sino la herramienta para garantizar la integridad territorial, defender la soberanía y la independencia económica de la Nación y garantizar una equitativa distribución de la riqueza.

Nuestro proyecto de país, en el que la política resulta una herramienta para transformar el curso de la historia en favor de los intereses de los más humildes, que abraza la democracia hasta el paroxismo de poner en jaque sus propios objetivos, que encontró en nuestra historia reciente a Néstor, primero, y luego a Cristina Kirchner, como intérpretes indispensables de un tiempo que aún precisa matizar límites  y contradicciones.

Los sueños y esperanzas de éste modelo de país, y con él, el de millones y millones de compatriotas, votaran a quien votaran; volvieron a quedar inconclusos el 10 de Diciembre  de 2015. Fue cuando arribara a la presidencia Mauricio Macri, y junto a su gabinete de saqueo, volvieran a irrumpir en nuestra historia los herederos de Pavón y Caseros. Los nietos de la Revolución Fusiladora del 55, los hijos de la dictadura genocida de 1976, la versión más cruda del neoliberalismo que puso en jaque la Nación durante la década del 90.

Son el Mitrismo del Siglo XXI, los herederos de Sarmiento y Rivadavia que siguen pensando en una Argentina del tamaño de Francia, en el que viva dignamente el cinco por ciento de su población actual.

Mantienen vigente su sueño de una republiqueta semicolonial que oficie como granero de las grandes  potencias, que abra sus puertos y territorios a las  oportunidades de las multinacionales que pretenden saquear los recursos  de ésta tierra y condene a sus trabajadores a la miseria.

Por primera vez en su historia, alcanzan el gobierno en democracia, que aún imperfecta, les garantizó una victoria en el plano electoral. Sin embargo, a poco más de cinco meses, el gobierno de Mauricio Macri comenzó a traicionar la voluntad popular que lo depositó en el gobierno, poniendo en severa crisis su legitimidad de origen, y desnudando los genuinos intereses que han venido a defender.

En la conformación de su gabinete, Mauricio Macri depositó a gerentes, directores, abogados, socios y accionistas de las veinte empresas transnacionales de mayor facturación en el país.

A fuerza de decretos de necesidad y urgencia han materializado una devalución del 50% de la moneda, que significó una transferencia brutal de divisas a las arcas de las empresas que representan los gerentes a cargo del gobierno, constituyendo la punta de lanza de la disparada inflacionaria, que licuó el bolsillo de millones de trabajadores.

Han eliminado retenciones a las exportaciones, multiplicando las ganancias de cuatro grandes cerealeras agroexportadoras y de Techint, mientras las economías regionales y las PYMES industriales asisten atónitas al incremento sideral de tarifas de servicios y combustibles, que incrementan costos en un mercado interno cada vez  más contraído. 

Están desmantelando el Estado, despidos masivos mediante, para transformarlo en ineficaz a la hora de frenar la voracidad de los grupos económicos; y aún peor, para constituirlo como herramienta inútil para atender la demanda de los más humildes, que se están cayendo de la consideración macroeconómica de quienes gobiernan.

En éstos últimos días, hemos asistido a la versión más cínica de un gobierno que hace de la hipocresía su método de acción política.

Mauricio Macri decidió anunciar que vetará la ley sancionada por mayoría legislativa abrumadora que ponía un freno a la creciente ola de despidos. Una ley nacida al calor de la gigantesca movilización de unidad de las centrales sindicales que puso en blanco sobre negro el avance de la desocupación como herramienta disciplinadora del trabajo y el salario.

Lo hizo desde Cresta Roja, una empresa que reincorporó a un tercio de sus trabajadores y bajo una modalidad flexibilizada de contrato temporario y con una pérdida salarial enorme que afecta el bolsillo de los que hasta hace dos minutos engrosaban la lista de desocupados.

Como filosofía balbuceante de éste tiempo, volvió a argumentar que los trabajadores que defienden su trabajo, sólo atacan la generación de empleo. Una filosofía que pronunciada con honestidad, indica que las pretendidas inversiones externas llegarán a la Argentina, sólo si pueden contratar personal con un salario bajo y en condiciones de explotación.

Para alcanzar ese objetivo, Macri está dispuesto a llevarse puesto hasta el ropaje institucional mínimo de la democracia institucionalista que dice defender a ultranza. Podría haberle pedido  a las Cámaras Empresarias (Sociedad Rural, AEA, ABA, UIA) que en realidad gobiernan, que presenten recursos de amparo ante algún juez amigo, que les dicte una cautelar de ocasión, y evitarse un dilema político.

Pero no. Está decidido a mostrar que su autoridad anida en la representación de los intereses de los Grupos Económicos y las Cámaras patronales. Y si para ello es necesario llevarse puesta la democracia misma, no le temblaría el pulso para hacerlo. Si no fuera tan sólo un cínico de ocasión, podría haber puesto en funcionamiento el ciclo represivo que intentó poner en marcha con el protocolo antipiquete de Patricia Bullrich. Pero no le da la nafta.

Porque aquí estamos, los que emergimos del subsuelo de la Patria, los que no conocemos de  victorias definitivas, pero tampoco de derrotas absolutas. Los que al nacer en ésta tierra, hemos asumido que no habrán de construir el fin de la historia de nuestra Patria, que nuestra vida es lucha, que nuestra identidad se forja en pelearla, siempre, con los dientes apretados.

Los que seguimos abrazados al Peronismo, porque estamos llamados a ser protagonistas del conflicto, en ésta etapa, para encabezarlo y organizar la mayoría política que nos permita volver al gobierno y transformar el conflicto en un derecho efectivo.

Los que damos batalla por el sentido histórico del Peronismo, para que volver implique retomar con sentido profundizador la agenda que efectivizamos durante 12 años con Néstor y Cristina y que nos quedara inconclusa, tras la derrota del 22 de Noviembre.

Los que asumimos como responsabilidad frente a la historia, aquel legado del Gral. San Martín “cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”

 

                                                                                              Fernando Gomez


                                                                                 Editorial Oveja Negra Radio

 

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