Oveja Negra

HAITÍ: EN EL PANTANO DEL PATIO TRASERO


03 de mayo de 2021

Oveja Negra

Se reaviva la crisis sociopolítica en Haití. En medio de fuertes tensiones sociales y con una legitimidad cuestionada, el Presidente Jovenel Moise intenta reformar la Constitución y reestablecer un orden neocolonial en descomposición.

Por Patricio Falabella

 

La permanente crisis sociopolítica de Haití nos remite a la insoslayable cuestión medular de su historia política: ¿Como la primera república negra del mundo, precursora en la independencia de los países latinoamericanos, sigue inmersa en la pobreza extrema, ingobernabilidad, violencia generalizada, y el tutelaje y abandono de la Comunidad Internacional aún en el siglo XXI? ¿Qué sucedió en poco más de dos siglos para que este pequeño país del Caribe de 11 millones de habitantes se transforme en el pantano del patio trasero de la rapiña imperial? En la propia afirmación de su pasado glorioso se encuentran algunos elementos que explican cierto correlato con su trágica historia de subyugación.

Los quiebres históricos en la política haitiana del siglo XX, tanto la ocupación estadounidense (1915 - 1934) como la cruenta dictadura de los Duvalier (1957 - 1986), estructuraron las fuerzas conservadoras necesarias para erigir un sistema neocolonial que aún pervive y obstruye la conformación de un nuevo orden político económico.

Con la irrupción del proceso democrático-revolucionario y una activa contra-revolución neoliberal, desde Aristides hasta la actual presidencia de Moise, el país no logra salir de un modelo neocolonial en profunda descomposición. Una crisis sistémica de carácter permanente con un impacto drástico en la esfera social, política y cultural que amenaza con ser irreversible.    

 

Triunfa la revolución de los esclavos

Como señala el historiador Abelardo Ramos, la revolución nace en Haití cuando la revolución francesa despertó a la vida a los esclavos haitianos y difundió en el mundo las ilusiones de sus retóricos (Ramos, 2011, 146). Doce años de lucha revolucionaria concluyeron el 1° de enero de 1804 con la independencia de Haití, conformándose así la primer republica negra en el mundo y el primer país de Latinoamérica en conquistar su independencia.  Este  hecho histórico y político es clave para entender el proceso independentista latinoamericano y dimensionar los efectos directos durante el siglo XIX sobre el mundo esclavista[i] -no olvidemos que la abolición de la esclavitud en Haití se produjo 56 años antes de que  estallara la guerra civil estadounidense y pusiera fin a su propio sistema esclavista- . Esta peculiaridad de origen, también nos permite comprender la compleja estructuración de sus relaciones asimétricas con el mundo exterior dominante: bloqueo económico, aislamiento, endeudamiento estructural, ocupación extranjera, dictaduras orquestadas y tutelaje internacional. 

También es importante agregar, que más allá de su relevancia  geopolítica y estratégica que la economía esclava le daba al comercio azucarero[ii], el carácter radical en su aspecto sociopolítico y étnico-cultual de revolución haitiana puso en el tapete las grandes contradicciones del mundo “libre capitalista”. Eduardo Grüner afirma, en relación a la modernidad, la revolución haitiana no solo fue la más radical de todas las revoluciones americanas, sino incluso, “más francesa que la francesa” (Grüner 2010, 34).

 

La ocupación estadounidense del “el gran garrote” a la dictadura

A comienzo del siglo XX Haití se encuentra con un modelo económico latifundista agotado, basado en las exportaciones de café y pequeñas explotaciones de subsistencia. Un Estado raquítico y asfixiado por el aislamiento y el endeudamiento externo que imposibilitaron cualquier tipo de desarrollo autónomo, y generaron condiciones de inestabilidad social y política que funcionaron como excusa para el expansionismo imperialista de los Estados Unidos. 

La ocupación estadounidense en Haití duro 19 años (1915 – 1934) y se inscribe en la denominada “política del gran garrote” del ex presidente Theodore Roosvelt. Esta fase de expansión imperialista se arrogaba el derecho de intervención en cualquier país de la región que amenazara los intereses de explotación y dominación norteamericanos. Algunos ejemplos de esta política imperial son las intervenciones militares a las que se dio lugar antes de la Primera Guerra Mundial en la Republica Dominicana y Cuba, pero como sostiene Gérard Pierre Charles, a diferencia de lo que ocurría en Santo Domingo, La Habana, Puerto Rico, Panamá, América Central, en Haití no se da la mutación hacia el capitalismo y la modernización (Pierre Charles 2020, 40).

Por otra parte, para justificar y sostener la ocupación extranjera se utilizó como pretexto, la necesidad de modernizar las instituciones político-administrativas, cuyo resultado fue, favorecer los intereses y la consolidación en el poder de una oligarquía local.

Esta connivencia del poder imperial con una “fuerza de ocupación vernácula” será el preludio de una brutal dinámica de opresión. Dando comienzo al periodo de oscuridad dictatorial de los Duvalier (1957- 1986).  Este régimen se estableció a fuerza de terror, donde la tortura, la desaparición y el exilio masivo fueron prácticas precursoras de las violentas dictaduras de América Latina.

Entre la democracia revolucionaria y la restauración neocolonial   

El régimen Duvalierista se sostuvo durante 29 años con el apoyo incondicional de Estados Unidos, la oligarquía local, una pequeña burguesía y sectores de la jerarquía eclesiástica. La resistencia popular al autoritarismo tuvo diversas expresiones hasta lograr un movimiento político de masas  transformador: organizaciones civiles que luchaban por los derechos humanos, sectores del sindicalismo, campesinos, estudiantes, trabajadores de prensa, y fundamentalmente la iglesia[iii] de base inspirada en la Teología de la Liberación.

La caída del régimen en 1986 abrió un proceso de transición democrática que hasta el día de hoy se debate entre los sectores que intentan construir una democracia plebeya (Koenig, 2019) con justicia social, soberanía política e independencia económica, frente las fuerzas conservadoras que intentan reformar, atreves de una democracia restringida, el viejo orden del sistema neocolonial impuesto a partir de 1915 con la ocupación estadounidense.

El fenómeno Aristides es el fiel reflejo de esta principal contradicción. El sacerdote salesiano gano las elecciones en 1990 con un contundente 66 % de los votos. Este impactante resultado fue el fruto de un largo proceso de movilización, organización y activismo popular. La resistencia a la dictadura duvalierista forjó un verdadero movimiento de masas transformador, que supo y pudo incidir en la esfera política, social y cultural de la sociedad haitiana.

El golpe de Estado en septiembre de 1991 contra Aristides significo un duro retroceso para el pueblo haitiano y se inició un periodo de regresión autoritaria. La anacrónica dictadura provocó migraciones forzadas, persiguió y asesinó alrededor de 5000 militantes pertenecientes a las fuerzas políticas de Aristides. Desarticuladas, perseguidas y acorraladas, las fuerzas democráticas perderán centralidad como oposición a la nueva dictadura. Esta vez, será la comunidad internacional quien asuma un rol opositor frente al gobierno de facto y emprenda el retorno a la presidencia de Aristides.

El derecho al tutelaje de la comunidad internacional

Después de varias sanciones la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), a través de la Resolución 940 del Consejo de Seguridad de la ONU, se determinó, para mediados de 1994, la intervención por una fuerza multinacional que asegure el fin de la dictadura y el regreso del presidente legítimamente electo Jean Bertrand Aristides. Como señala el profesor Alejandro Álvarez Martínez, el retorno del orden constitucional a través de una fuerza internacional puede inscribirse como una restauración democrática limitada, ya que puso serios interrogantes en la autonomía de las fuerzas populares y condicionó el proceso democrático originario para establecer una democracia restringida de impronta neoliberal (Álvarez Martínez 2009, 257).

La erosión carismática de Aristides y las rupturas políticas en el frente popular conllevaron a sucesivas crisis de gobernabilidad donde prevalecieron la cultura autoritaria y la violencia política como formas de organización del poder. Frente a la inestabilidad creciente, en abril de 2004 el Consejo de Seguridad de la ONU volvió a intervenir con una fuerza de ocupación multinacional denominada Misión de Estabilidad de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Los objetivos de esta gestión internacional después de 13 años no se cumplieron, la inestabilidad sociopolítica sigue acechando al pueblo haitiano.

Las sucesivas misiones de apoyo a la justicia en Haití (MINUJUSTH) para el mantenimiento de la paz, también terminaron con más pena que gloria. Hoy en día, apenas queda una oficina Integrada de las Naciones Unidas, (BINUH) que reconoce la crisis socio-política y constitucional en Haití, y a la vez apoya las decisiones y pretensiones de grandes reformas de un presidente fuertemente cuestionado en su legitimidad de gobierno. La injerencia de la comunidad internacional sobre Haití, a través de anacrónicos y devaluados organismos, como la OEA y el Consejo de Seguridad de la ONU, solo perdura y se impone bajo la autoproclamación de facto del derecho al tutelaje, y la negación del derecho autónomo del pueblo haitiano a decidir libremente sobre su propio destino.

El pueblo resiste y toma las calles

A finales de 2016 Jovenel Moise llegó a la presidencia de la Republica de Haití. Después de un derrotero político inestable, comicios postergados, acusaciones cruzadas de fraude y escasa participación electoral (20 %), su legitimidad de origen quedó fuertemente cuestionada al comenzar su mandato. Su alineamiento con la agenda neoliberal de Estados Unidos le imposibilitó atender los problemas estructurales del país: desempleo, reorganización de la violencia, pobreza y hambre extremo, padecidos por más de 4 millones de haitianos.

Los hechos de corrupción que involucran al Presidente Moise por malversación de fondos del Programa de ayuda Petro-Caribe, fueron denunciados y presentados ante el Congreso durante el 2019 por el Tribunal Superior de Cuentas y Controversias Administrativas. Estos acontecimientos minaron la poca credibilidad del poder ejecutivo y acrecentaron el malestar y el descontento generalizado de la población. Además, la mala gestión sanitaria frente a la pandemia del Covid-19 profundizó los problemas estructurales del país. Las manifestaciones y protestas que repudiaron la corrupción y la gestión de gobierno fueron brutalmente reprimidas.

A comienzos de 2021, la interminable crisis sociopolítica haitiana volvió a tener otro punto alto de tensión. La falaz discusión en torno al periodo constitucional del mandato presidencial, escondió los verdaderos intereses de reformar el sistema neocolonial impuesto a partir de la ocupación estadounidense en 1915.  Las ambiciones del presidente Moise, de erigirse como autócrata, reformar la Constitución, establecer un régimen presidencialista que incorpore la reelección del mandato ejecutivo, y convocar a elecciones en septiembre,  convergen con los dictados del Core Group[iv] y las pretensiones reformistas de un sistema neocolonial en plena descomposición.  

El pueblo haitiano continúa resistiendo en las calles las imposiciones de un sistema neocolonial basados en una democracia restringida, tutelaje internacional y el neoliberalismo perpetuador de la pobreza y el hambre extremo. El desafío será movilizar y organizar el poder popular, impregnarse de esa rica historia de un pueblo que supo ejecutar la revolución más profunda del continente y recuperar su soberanía política para retomar su destino y salir de este ignominioso pantano neocolonial.  

 

[i] Se sucedieron distintas rebeliones en otras colonias, por ejemplo en Guadeloupe y Saint Lucia 1794, Cuba, Puerto Rico y Venezuela en 1795.

[ii] Haití fue la mayor exportadora de azúcar del mundo, llegó a comercializar la dos terceras partes del mercado mundial.

[iii] Hay que tener en cuenta las reformas del Concilio Vaticano II. La Teología de la Liberación  estará atravesada por la predica  de la justicia social como opción para la acción política de los pobres.

[iv] El Core Group, está integrado por el Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas, los Embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y el Representante Especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

 

 

 

Bibliografía utilizada:

 

Abelardo Ramos, 2011. Historia de La Nación Latinoamericana.

 

Alejandro Álvarez Martínez, 2009. Movimiento Social y Proceso Político en Haití (1986 - 2006).

 

Gérard Pierre Charles, 2020, Pese a todo la Utopía. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales –CLACSO.

 

Waldo Ansaldi, Veronica Giordano, 2012, America Latina, La construcción del Orden.

 

Koenig Marcelo, 2019, Democracia Plebeya.

 

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