Oveja Negra

El divorcio más inesperado


01 de septiembre de 2017

Oveja Negra

Por Augusto Taglioni*

El 2 de abril fue un día de festejo para el progresismo latinoamericano. Lenin Moreno, candidato oficialista de Alianza País, derrotaba a Guillermo Lasso, candidato de la centroderecha y garantizaba algo muy difícil en este tiempo: una sucesión ordenada.

Claro, las experiencias en Argentina y Brasil y la particular situación que atraviesa Venezuela, marcaron el punto de partida de la ofensiva del bloque conservador en la región.

Con la derrota del kirchnerismo y la destitución de Dilma Rousseff, Ecuador demostraba que era posible una sucesión tranquila de un liderazgo fuerte como el de Rafael Correa en el marco de un continente en disputa.

Con el tiempo, esto fue cambiado y lo que parecía ser una continuidad entre Correa y Lenin Moreno, terminó tomando otro rumbo. El primer indicio lo dio el propio ex presidente ecuatoriano cuando al momento de irse al exterior a radicarse con su pareja en Bruselas, dijo que “estaba garantizada la continuidad del gobierno, pero no estaba seguro que esté garantizada la revolución ciudadana”. Esa diferencia significó un punto de quiebre que se profundizó cuando Lenin Moreno dijo en cadena nacional que “recibía un país endeudado”.

Casi con el manual de estilo macrista de la pesada herencia, el presidente de Ecuador responsabilizó a su antecesor de “la mala situación de la economía ecuatoriana”. El gobierno de Correa tuvo un modelo de desarrollo heterodoxo. Si bien con elementos importantes de extractivismo, pudo combinar  la exportación de bienes primarios con una apertura de mercado regulada de manera inteligente por el Estado. Supo aprovechar el precio del petróleo en momentos de alza y la innovación tecnológica en un proyecto ambicioso llamado “Yachay”, que combina la inversión extranjera, el impulso del Estado al desarrollo científico-tecnológico y la capacitación con el fin de diversificar la matriz productiva.

Se puede decir que Ecuador – con un terremoto a cuestas – y Bolivia, fueron los dos gobiernos de corte progresista que pudieron surfear la ola de la crisis internacional sin demasiados sobresaltos, a pesar de la caída de los commodities. Aún frente a esta realidad, Lenin dijo: “no hay tal mesa servida” en relación a la situación económica.

Para Correa, los argumentos de Moreno responden a un objetivo más profundo relacionando con la intención de aplicar un plan de ajuste. Lo que está claro es que el programa económico por el que Alianza País llegó al gobierno no se está cumpliendo ni se está ejecutando. De todas formas, vale la pena decir que en estos 100 días de gobierno, la economía no ha sido parte central de la agenda. Es decir, la crítica a su ex aliado no vino acompañada de medidas concretas,  aunque sí de algunos gestos a grupos económicos que veremos más adelante.

Si tuviéramos que definir en dos palabras las prioridades de la gestión de Moreno, estas podrían ser “diálogo” y “corrupción”. Del diálogo podría desprenderse alguna decisión económica  futura, especialmente, por el hecho que el presidente ecuatoriano construyó una cultura del encuentro con los que tiempo atrás denunciaron fraude en las elecciones presidenciales. Aquí hay tres puntos concretos que la ¿oposición? buscará avanzar con el gobierno. La primera es la derogación Ley de Plus Valía que dividió al país, enfureció a los sectores más conservadores y buscó cortar las fuentes ilegítimas de acumulación de capitales provenientes del patrimonio ecuatoriano. Esta iniciativa estuvo dirigida a quienes especulan con los terrenos. La segunda condición es la eliminación del “impuesto verde”, un tributo destinado a vehículos y plásticos fuertemente cuestionados por los sectores empresarios. Y el tercer elemento no es económico, pero puede marcar el futuro del sistema político ecuatoriano. Se trata de una consulta popular para reformar la Constitución con el objetivo de cambiar la ingeniería institucional existente desde 2007 y eliminar la re-elección indefinida, similar a la que rige en Paraguay, en el cual, no solo un presidente no puede ser re-electo sino que no puede volver a presentarse. Esta estrategia está claramente dirigida a evitar la posibilidad de un retorno de Rafael Correa. A su vez, otro de los objetivos de los sectores que dialogan con el presidente es el de eliminar el Consejo de Participación Ciudadana, una entidad autónoma que forma parte – junto a la Defensoría del Pueblo, la Contraloría General del Estado y las Superintendencias – de la Función de Transparencia y Control Social de la República de Ecuador.

El cambio de rumbo de Moreno no solo es sobre la base de gestualidades, sino que ha avanzado en cuestiones más específicas. Recientemente el presidente se reunió con representantes del sector financiero. “Yo soy uno más entre tantos, señor Presidente, que no votamos por usted pero hoy estamos gustosos de respaldar “, dijo entusiasmado Antonio Acosta Espinosa, Presidente del Banco Pichincha. Claro, el convite se produjo para hacer oficial el control del dinero electrónico que era potestad del Banco Central. “Yo le agradezco por no haber votado por mí. A los que le estoy agarrando un poco de odio son a los que sí votaron por mí”, respondió Lenin entre risas con los banqueros.

Un vicepresidente sin funciones, y el éxodo del correísmo

Anteriormente mencionamos como Lenin Moreno, en nombre del dialogo, priorizó la agenda opositora por sobre el programa de gobierno por el que fue votado. El segundo punto fuerte de la gestión pretende ser el compromiso para combatir la corrupción. Y en esa pelea cayó el vicepresidente Jorge Glas que está siendo investigado en la mega causa de corrupción de Odebretch, cuando desde el Ministerio de Sectores Estratégicos se encargó de las políticas sobre hidrocarburos, recursos hídricos y minería. La gestión de Glas es reivindicada por Alianza País porque se considera que “impulsó el cambio de la matriz energética del país que le permitirá a Ecuador convertirse en un país no solo que satisfaga su demanda interna, sino que pueda exportar a los países vecinos, esto mediante la mayor inversión en el sector eléctrico de la historia ecuatoriana, con la ejecución simultánea de 12 proyectos de generación eléctrica”.

Del acceso de Glas a los contratos de minería a gran escala, construcción de represas  y desarrollo de infraestructura es que se lo acusa de Asociación Ilícita. Lo llamativo es que Lenin Moreno sabía en el momento que lo eligió como compañero de fórmula que la gestión Correa podría ser víctima de una fuerte embestida judicial. “Lastimosamente, ingeniero Glas, el dedo apunta cada más hacia usted”, argumentó Moreno cuando decidió quitarle todas las facultades como segundo mandatario. Es decir, hoy, Jorge Glas es casi una figura decorativa sin rol administrativo y con quien el presidente no debe consensuar ninguna decisión. Mientras tanto, la Asamblea Nacional autorizó el inicio del juicio penal contra su persona con 128 votos a favor y la Fiscalía le impidió salir del país.

Acto seguido, tres importantes funcionarios del correísmo decidieron dar un paso al costado. Ellos son el ex canciller Ricardo Patiño, Paola Pabón y Virgilio Hernández argumentando que “no están de acuerdo con el rumbo de Moreno” y hablan de “desprestigio a la Revolución Ciudadana”.  El éxodo de los puros comenzó, y es solo el comienzo.

Lenin al gobierno, ¿Larrea al poder?

Ahora bien, ¿a qué responde este viraje? Fuentes consultadas por quien escribe aseguran que “el giro fue inesperado” y que “o estaba todo perfectamente armado o fuimos todos muy ingenuos”. Sea cual fuere el motivo de la ruptura, lo que estamos en condiciones de afirmar es que la crisis institucional empeorará.

Sectores vinculados a la Alianza País apuntan a Gustavo Larrea, director del Movimiento Democracia Sí, que es quien presuntamente más ha influenciado al presidente. ¿Quién es Gustavo Larrea? Fue co-fundandador de Alianza País y funcionario del primer gobierno de Rafael Correa hasta que fue echado. También fue parte del gobierno de Abdala Bucaram y participó de la gestión de Lucio Gutiérrez. Las reuniones con sectores de la centro-derecha y los principales grupos económicos fueron gestionadas por el propio Larrea, dicen fuentes consultadas.

Larrea se reivindica de centro y desde su salida del gobierno de Alianza País se refirió al gobierno de Correa como “régimen”. Evidentemente según Larrea, el régimen dejó de ser régimen para ser un gobierno de “acuerdos mínimos”.

Sin asumir públicamente su rol, otra de las tareas que tendría Larrea es la de dividir el bloque de oficialista que hoy cuenta con 74 escaños de los cuales 45 pertenecen a integrantes de Alianza País. Si la ruptura avanza en el Parlamento, la situación de la fuerza política de Correa seria aún más compleja.

Ay…las sucesiones!

El cuadro de situación de Ecuador se suma a los problemas del progresismo latinoamericano para construir la continuidad de los procesos. Candidatos moderados y dialoguistas que asuman la agenda opositora no sirvieron para ganar en Argentina, calmar a las fieras en Brasil o cumplir con las propuestas programáticas en Ecuador. Esto no significa que todos los caminos conduzcan a la realidad venezolana que, sin dudas, hay que analizar de manera mucho más pormenorizada.

El relato del bloque conservador, intenta instalar que los progresismos solo tienen resultados cuando el contexto internacional y los commodities son favorables, y que frente a contextos de crisis el único camino es el ajuste. Bolivia y Ecuador supieron demostrar lo contrario con buenos índices de crecimiento.

“Quiero dar lectura al código de ética que deberán firmar todos los compañeros para evitar tránsfugas de la política que actúen con deslealtad y de manera miserable. Juramos desde nuestro Movimiento privilegiar el interés general y respetar las decisiones mayoritarias. El incumplimiento de este código de ética por parte de los asambleístas habilita a Alianza País a revocar el correspondiente mandato. No queremos traidores”. Estas palabras fueron expresadas  en 2013 por el propio Lenin Moreno cuando era vicepresidente de Correa en un acto partidario en el que se anunciaron los candidatos para la Asamblea Nacional.

Difícilmente, luego de 100 días en el cargo, el presidente se aplique tal código a sí mismo. Es imposible saber con certeza si esta situación se produce por la decisión de marcar un estilo propio y refutar las teorías que lo indicaban como “el títere de Correa” atravesada por cierto grado de improvisación a la hora de ejercer el poder o formó parte de una estrategia perfectamente digitada. Lo que sí se puede observar es que este divorcio inesperado es un golpe en el corazón de un campo progresista que se resiste a pensar en la posibilidad de un fin de ciclo.


*Especialista en politica internacional. Responsable del colectivo de medios Oveja Negra Mar del Plata. Director de www.resumendelsur.com

Nota publicada en www.resumendelsur.com

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