Oveja Negra

HACIA EL DÍA DE LA LEALTAD


19 de octubre de 2020

Oveja Negra

Algunos aspectos para comprender su significación histórica traídas por el historiador Miguel Galante.

EL CAMINO HACIA LA LEALTAD

Algunos aspectos para comprender su significación histórica.

Por Miguel Galante. Historiador – Usina del Pensamiento Nacional y Popular (UPNP).

 

Entre la crisis de octubre de 1945 y la elección del 24 de febrero de 1946 que consagra Presidente a Juan Domingo Perón - un hijo del pueblo con sangre aborigen y de inmigrantes - se dan una serie de hechos que hacen evidentes, como pocas veces en la historia, la confluencia de tres de conflictos: uno de clase, otro cultural y su expresión en un conflicto político. Los tres conflictos veníanse procesando y condensando desde tiempo atrás, especialmente a partir de la creciente relación que Perón, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión (STP), supo establecer con los trabajadores, durante 1944 y, fundamentalmente, en 1945.

El Coronel Perón consiguió ser designado al frente del Departamento de Trabajo en octubre de 1943, un organismo estatal poco relevante hasta entonces. Un mes después logró transformarlo en Secretaría de Estado, reuniendo bajo su mando diferentes áreas ligadas a políticas sociales: todos los “servicios y facultades de carácter conciliatorio y arbitral, así como las funciones de policía de trabajo ...de higiene industrial, de Asociaciones Mutualistas ...y cuantos otros relacionados con la legislación, inspección, estadística, y censos de trabajo” de diversos organismos. La posibilidad de desarrollar una política social e integral que centralizara “los distintos aspectos de la actividad social del Estado” en pos del “imperio de una mayor justicia social y distributiva” – así decía el decreto de creación de la STP- no iba a ser desperdiciada por Perón. La oportunidad de interpelar desde allí al pueblo trabajador, tampoco. Y los trabajadores mucho menos: paulatinamente al principio y luego de modo aplastante, hizo saber de qué lado estaba, tanto en la calle como en las urnas.

“Se inicia la era de la política social argentina”, proclamó Perón al asumir el cargo. Enunciaba un rumbo de cambios trascendentes: abandonar la tradicional posición del “Estado abstencionista” frente a los problemas sociales (su alejamiento de los trabajadores) así como la ausencia de regulaciones laborales y previsionales para todos.

Así el nacionalismo militar que había impulsado el golpe de estado de 1943 (la “Revolución de Junio”) bajo la bandera de terminar con la “década infame” – sinónimo de fraude y corrupción – y de mantener la neutralidad en la segunda guerra mundial, encontraría pronto una nueva legitimidad y un heredero. Legitimidad y herencias inesperadas; muy resistidas por una parte importante del elenco militar, que optaría por defender el orden conservador/tradicional/dominante. Ese fue el significado de la presión por destituir a Perón (9/10) y entregar el gobierno a la Corte Suprema de Justicia, tarea en la que se demoraron hasta que los derrotó la movilización popular del 17 de octubre.

Algunos hechos claves de ese proceso de unión entre Perón y los trabajadores fueron la sanción del Estatuto de Peón de Campo, la fundación de los Tribunales de Trabajo, resistidos por las patronales, o los más de 450 Convenios Colectivos de Trabajo firmados entre 1944 y 1945, favorables a los trabajadores, que ahora sí el Estado hacía cumplir.

Mientras se construía esa alianza social y política que habría de llamarse Peronismo o Justicialismo, también se iba constituyendo el antiperonismo. Una importante manifestación, la Marcha de la Constitución y la Libertad (19/09/45), plena de sectores medios y oligárquicos, algunos dirigentes comunistas y socialistas, muchos radicales y conservadores. Pero el verdadero liderazgo marchaba al frente: el embajador de Estados Unidos de América, Spruille Braden, marcando también el carácter de antipatria y de entrega al imperialismo norteamericano. Eran pues muy visibles las características antinacionales y de antipueblo que se expresaron en esa obscena alianza, llamada Unión Democrática en la elección de 1946, en el gorilismo golpista de 1955, y en muchos momentos históricos posteriores. [Sí, las similitudes con el presente son muchas]

De cómo un conflicto social – que un sector del aparato estatal pretendía encauzar y hacerse cargo- se fue expresando en términos cada vez más claros en una antinomia política - Peronismo vs. Antiperonismo - hay muchos hechos a mencionar. Entre ellos aquel discurso de Perón en la Bolsa de Comercio (25/08/44), del que quiero recuperar al menos un párrafo muy ilustrativo: "Pienso que el problema social se resuelve de una sola manera: obrando conscientemente para buscar una perfecta regulación entre las clases trabajadoras, medias y capitalistas, procurando una armonización perfecta de fuerzas, donde la riqueza no se vea perjudicada, propendiendo por todos los medios a crear un bienestar social, sin el cual la fortuna es un verdadero fenómeno de espejismo que puede romperse de un momento a otro. Una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero será siempre frágil, y ése es el peligro que, viéndolo, trata de evitar por todos los medios la Secretaría de Trabajo y Previsión (…)”. Pero los grandes dueños del capital, lejos de aceptar esta lógica, se convencieron que el verdadero peligro estaba en Perón y no en los obreros; mucho menos en los sindicalistas con los que estaban acostumbrados a lidiar y/o a negociar.

¿Y el conflicto cultural? Quizás sea el más conocido, porque en gran parte - apenas reconfigurado - se sigue viviendo hasta hoy. El desprecio que la supuesta "ciudad blanca" – patrimonio de los sectores medios y de la oligarquía- tuvo hacia esos "invasores" obreros que entonces fueron estigmatizados como "cabecitas negras", "aluvión zoológico" (el miedo a una "casa tomada") o simplemente los "peronistas". Una forma de "racializar" las relaciones de clase, de vestir al conflicto social con un ropaje que oponía lo "civilizado" a la barbarie. Eso que hoy también se expresa contra los "negros de mierda", los piqueteros o simplemente - otra vez – los peronistas.

Todo estos procesos socio-económicos, culturales y políticos, todas esas antinomias se condensaron en aquella movilización que fue a rescatar a su conductor, a su líder, a su bandera. Así surgió un peronismo mucho más obrero que lo que el propio Perón imaginó y procuraba construir ("Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos", dijo Perón ese 17 desde los balcones de la Rosada). Pero la aspiración de construir un movimiento nacional que incluya a todos los sectores sociales no fue ni es fácil especialmente si de la "burguesía nacional" se trata. [¿Quién le pone el cascabel a ese gato?] Muchos intereses contrapuestos hubo/hay en juego.

Esa movilización del pueblo trabajador tuvo mucho de espontanea – un día antes del paro general que la CGT había dispuesto, en defensa propia, tras muchas dudas y discusiones internas -  y bien ganada tiene el nombre de “Nacimiento del Peronismo” o de Día de la Lealtad. Como bien destacó el historiador Juan Carlos Torre – de quien he tomado mucho de los conceptos aquí vertidos-, más allá de que un sector de aquella “vieja guardia sindical” comprendiera buena parte de estos procesos históricos en curso, los trabajadores que marcharon no vivaban a la clase obrera, ni a sus dirigentes sindicales. Se movilizaron por la libertad de Perón, clamaron por él, por su conductor.

 

 

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