CON MIEDO L@S QUEREMOS
10 de marzo de 2017
Había terminado una nueva jornada histórica en el marco del Paro Internacional de Mujeres y la violencia institucional se anotó el presente con un mensaje para tod@s, escrito en los cuerpos de ellas.
*Diego Algañaraz
La del 8M fue una jornada de triunfo, una muestra más de un proceso irrefrenable que le apunta directamente a los cimientos culturales de una sociedad por definición machista. La irreverencia y la fortaleza de este movimiento de mujeres es quizás el hecho cultural más importante de los últimos tiempos. Es quizás por eso mismo, que no iba a pasar mucho tiempo para que se activaran, primero, los resortes más reaccionarios de la sociedad, para darle paso al resorte institucional de control preferido por la derecha que nos gobierna, la violencia policial.
Poner por encima de la integridad física de seis mujeres, la “integridad de las paredes” de un edificio histórico, no es otra cosa que un absurdo, sólo posible en el marco de una sociedad que además de machista, está perdiendo aceleradamente los controles legales sobre sus fuerzas de seguridad. La privación de la libertad, así fuera por unas horas, es un tormento que ninguna persona debe sufrir, salvo cuando concurran las circunstancias específicamente descriptas en las leyes, y siempre interpretando éstas en la forma que menos derechos restrinja y menos garantías vulnere. Esto es abc en derechos humanos, y debe ser una guía ante cualquier tipo de acción que configure delito.
Ese abc, esa guía que se traspasó el martes por la noche, fue totalmente desplazada apenas terminada la masiva marcha en el marco del Paro Internacional de Mujeres. El fuego al que deberíamos prestarle atención hoy, no es al que ardió frente a la Catedral, sino el que quemó lo poco que quedaba de un Estado constitucional.
La orden fue castigarlas, a cualquiera de ellas, donde estén (aunque sea lejos de la foto que mostraban los medios hegemónicos, que pedían detenciones por el “fuego en la Catedral”), y no temblaron ni un poco, porque todavía se les hace sencillo mostrarlas como unas locas, que andan mostrando las tetas por cualquier cosa y que andan escrachando y quemando patrulleros o iglesias. Sobre eso tenemos que trabajar nosotr@s, por las mujeres que todavía no se apropian de esta oportunidad histórica y que atacan a sus congéneres, y por los hombres que ven este naciente cambio cultural como una amenaza o como una mala comedia, ocasión de gracia. La educación, principalmente, mata este tipo de vicios. Faminazis las pelotas.
Queda claro que lo sucedido, fue una expresión más de la violencia de género desde su conocido ropaje institucional, teniendo en cuenta que la institución que desplegó tres patrulleros y más de una decena de efectivos por pintadas, la que arrastró mujeres por el centro de la Ciudad y las mantuvo detenidas durante aproximadamente 12 horas, sometiéndolas a golpes y abusos, es la misma institución que en muchas ocasiones no les toma las denuncias por las agresiones que sufren.
No obstante, es preciso que podamos percibir, que el mensaje viene desdoblado y con más destinatarios. La orden fue de detenerlas a ellas, el mensaje encriptado también es, paralizarnos a todos. Fue una razzia, ese procedimiento ilegal que parecía enterrado, tuvo lugar en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires. No se dio ningún tipo de enfrentamiento, a las chicas las tomaron al azar, las sacaron de de una pizzería, se las llevaron arrastradas porque esa era la orden, un número de ellas debían servir como ejemplo.
La reacción emerge de los más profundo y oscuro del poder policial, el que siempre empuja por desprenderse de las cadenas que le imponen el derecho y la Constitución, el que sufrió la última década las barreras que le impuso la sucesión de gobiernos populares. Puja por volver la política del orden con terror, la política del Estado sin Derecho, el de las detenciones masivas y sin orden judicial. El control con descontrol policial. El macrismo desenfundó nuevamente su arma preferida para la comunicación con las masas. La violencia policial es reflejo de la violencia de una política estatal que empobrece y hambrea, y que no se va a detener aunque en frente tenga al pueblo, a menos que el propio pueblo entero diga basta.
*Abogado penalista. UBA. Trabajador judicial.