Oveja Negra

CLAUDIO FERNÁNDEZ: "CIENCIA PARA EL DESARROLLO"


10 de octubre de 2020

Oveja Negra

El científico, farmacéutico y bioquímico Claudio Fernández fue entrevistado por Oveja Negra.

Por Colectivo Oveja Negra de Rosario

 

Claudio Fernández es científico, farmacéutico y bioquímico. Investigador independiente del CONICET, miembro de distintas sociedades científicas, dirige el grupo de Neurobiología molecular y celular de Rosario, profesor de la U.N.R. Director del laboratorio Max Planck de Biología Estructural, Química y Biofísica Molecular de Rosario. Desarrolla programas innovadores en el área educativa con gran impacto en el estudiantado secundario. Premiado internacionalmente, cuenta con más de 70 trabajos publicados en prestigiosas revistas internacionales. Reconocido por sus investigaciones sobre el Parkinson y el Alzheimer y por su labor social en el ámbito de la popularización de la ciencia.

 

ON: ¿Qué es ser científico?

CF: Para mí el científico tiene que cumplir un rol dentro y fuera del laboratorio. Yo me formé en la universidad pública y en ese contexto creo que, quienes nos formamos ahí, tenemos que devolver de distintas formas todo lo que recibimos del pueblo.

El conocimiento lo entendemos como un bien social y no como el privilegio de unos pocos. El científico tiene que generar instancias de reflexión acerca del conocimiento en un contexto territorial y no sólo dentro del laboratorio.

El rol del científico con el avance de la ciencia y el conocimiento tiene que ser primeramente una herramienta complementaria para la educación y un agente de nivelación social.

 

ON: ¿En qué momento de tu vida se te ocurrió perfilarte hacia la ciencia?

CF: Nací muy cerca de la Villa Soldati, de la villa 1-11-14, el primer contacto creo que fue accidental, tiene que ver con la forma de vida de mi familia en esos momentos. Mi viejo era fletero, mi vieja venía muy frustrada porque quería hacer una carrera universitaria pero sus padres entendieron que su rol de mujer era tener hijos, casarse y hacer un curso de corte y confección, creo que hubo un componente de esa frustración en ella que se canalizó a través mío, mi madre fue una gran estimuladora para que yo estudiara, me compraba revistas y libros.

Recuerdo que de niño presté atención y al merendar vi como al ponerle limón al té, este cambiaba de color, me empecé a preguntar por qué pasaban esas cosas, ese fue mi primer acercamiento.

 

ON: ¿Cómo fue el proceso de irte a Alemania y después volver hacia Argentina?

CF: El contexto era difícil porque cuando yo me recibí, para el Estado argentino no era prioritaria la Ciencia y la Tecnología. Entre los años 2004 y 2015 eso cambió diametralmente, éstas áreas se pusieron en el centro de la escena y al servicio del pueblo.

Como yo trabajo para la gente en el área de Parkinson y Alzheimer, al ser éstas patologías muy duras, elegí aceptar el llamado desde Alemania para estudiar esas enfermedades neurodegenerativas y crear fármacos que la ataquen, fui afortunado, no me considero un tipo brillante sino alguien curioso y perseverante. Así que acepté el llamado del Instituto Max Planck, que sería como la NASA de la investigación básica, viví en Göttingen, una ciudad universitaria que dio 47 Premios Nobeles asociados. Allí comprendí que nada nos diferencia de la inteligencia alemana salvo que, en ese lugar, existía un ambiente de ciencia sostenido por el Estado, no es que ellos genéticamente sean mejores que nosotros.

En el año 2005 mediante el programa de repatriación de científicos, se repatrió mi trabajo, que es una línea de investigación clave por lo que estudio. Este proceso continuó con la instalación del instituto Max Planck, el laboratorio se encuentra junto a La Siberia y posee instrumentos que valen millones de dólares.

Un elemento fundamental de mi regreso al país fue para hacer trabajo de difusión con estudiantes de colegios secundarios, por lo tanto, creé un proyecto que se llama "Laboratorio experimental Rosario" y lo financiamos con fondos propios. Los estudiantes vienen y usan la misma tecnología que nosotros, obvio que bajo nuestra supervisión. En el hacer y meter la mano, se comprende más la ciencia, eso es innovador y revolucionario. De 3.000 estudiantes que pasaron por el Instituto, el 52 por ciento ingresó en la universidad pública, se anotaron en carreras íntimamente relacionadas con lo que hacemos nosotros, bioquímica, medicina, farmacia, química, etc.

También tenemos un proyecto que asocia al fútbol con la ciencia, es para derribar ese muro acerca de la imagen que tienen los estudiantes sobre nosotros, los científicos. La imagen de una persona entrada en edad, con los pelos parados, medio loco, solitario. Es difícil que el estudiante se acerque a la ciencia si tiene esa percepción. Lo primero que hacemos es una charla masiva para romper ese muro y que se den cuenta que somos personas comunes y corrientes.

La ciencia ofrece abordar todo lo que sucede en un partido de fútbol y en la historia del mismo, por ejemplo: cómo se pueden ganar finales usando la neurociencia; también, mediante la física se puede explicar por qué "dobla la pelota". Por otro lado, la estadística explica a dónde conviene patear los penales según si el equipo del arquero va ganando o perdiendo. La bioquímica hace lo suyo, puede explicar la recuperación de los jugadores postpartido.

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